Un siglo en imágenes
100 años de Leica, la cámara que vio caer a un miliciano, tembló en Normandía y convirtió al Ché en un icono
Los detalles Ligera, rápida y discreta, fue la aliada de los grandes fotógrafos del siglo XX. Sus lentes captaron la crudeza de la guerra, la euforia de la victoria y el poder de una imagen que terminaría impresa en millones de camisetas.

Un siglo cabe en una cámara. Pequeña, ligera, silenciosa. En 1925 apareció la Leica y cambió la fotografía para siempre. Dejó atrás los armatostes, los trípodes, las placas, y puso en las manos de los fotógrafos una herramienta rápida, precisa y discreta. Cabía en un bolsillo, disparaba en segundos, pasaba desapercibida. Perfecta para atrapar lo que otros no veían.
Con una Leica se tomaron fotos que hoy son memoria colectiva. Piense en la imagen del Che Guevara, esa cara que aparece en camisetas, pósters, murales, zapatillas o botellas de vodka. Es, probablemente, la foto más reproducida de la historia.
Alberto Korda la hizo en un funeral en La Habana. El original tenía palmeras, sombras y un hombre que arruinaban la composición. No se publicó. Pero Korda la colgó en su casa, y años después un editor italiano se la llevó. El resto es historia: el Ché convertido en icono planetario gracias a una Leica.
Pero la cámara ya se había ganado su lugar mucho antes. La guerra civil española fue su campo de pruebas. Allí, Robert Capa y Gerda Taro descubrieron que con esa pequeña máquina podían moverse entre trincheras y retaguardias sin cargar peso ni hacer ruido. El miliciano cayendo, los civiles huyendo, la pólvora aún en el aire… todo quedó grabado en esas lentes.
Después vino la Segunda Guerra Mundial. Y allí estaba otra vez, colgada del cuello de Capa, cuando el mundo cambió en Normandía. Se dice que disparó 100 veces y apenas 11 fotos sobrevivieron. Movidas, borrosas, temblorosas… ¿Fue culpa del revelado o de las manos de Capa en plena playa bajo las balas? Nadie lo sabe. Pero en esas imágenes se condensa la guerra: el caos, el miedo, el instante irrepetible.
Con Leica también se celebró la paz: el beso en Times Square, la bandera roja sobre Berlín. La misma cámara que mostró el horror sirvió para retratar la victoria.
Y siguió. Décadas después, otra Leica estaba allí cuando una niña de nueve años corría desnuda, quemada por el napalm en Vietnam. Su grito atravesó océanos y despertó conciencias. Esa foto cambió la mirada de Estados Unidos sobre la guerra.
100 años después, sigue viva. Porque cada vez que alguien dispara con una Leica, no solo hace una foto: continúa la historia de la cámara que lo vio todo.