¿Por qué cambiamos aparatos con tanta frecuencia, incluso cuando todavía funcionan? Para el sociólogo Roberto Barbeito, esta conducta se explica, al menos en parte, por "un componente cultural muy fuerte".

"Los consumidores estamos habituados a valorar lo nuevo", explica. "En las sociedades industriales, urbanas, los consumidores valoran, en general, lo nuevo como algo positivo y lo viejo como algo negativo".

Un componente cultural que, además, está alimentado por la publicidad y por los intereses de la producción. "Se aspira a resultados, en términos de producción, de rentabilidad, a corto plazo", detalla.

Además, tendemos a asumir que esta dinámica de consumo rápido es inevitable. "Vemos que es un hecho generalizado, que no somos nosotros unos manirrotos nosotros, que consumimos de manera desmedida, sino que los demás también y entendemos que la vida es así", explica Barbeito.

Sin embargo, las consecuencias de la obsolescencia programada van "más allá del consumo", de tal forma que esta se torna en "obsolescencia psicológica": "Se extiende por ejemplo a las relaciones personales, ya entiendes la pareja también como una relación provisional, temporal, nada es a largo plazo, nada es para siempre", indica el especialista.

Una visión que supone "un grave riesgo", advierte. "Si todo es de usar y tirar, si todo es a corto plazo, acabas acostumbrándote a pensar que las relaciones personales también lo son, que los empleos también lo son, admites que te den un empleo por muy poco tiempo... das por hecho que todo lo que tiene un comienzo, tiene un fin y próximo", resume.