En 1992 fumábamos en todas partes: en el metro, el autobús, dando una rueda de prensa, en el Congreso, donde a uno le daba la gana. El Gobierno quiso parar esto, pero sólo se atrevió a prohibirlo en los aviones. No en todos, sólo en los vuelos de menos de 90 minutos. Eso sí los pilotos podían fumar porque sufrían estrés.

En 1992 un nuevo invento revolucionó a los españoles, las líneas 903. No existía Internet, asi que el 'Party-Line' prometía lo nunca visto: amigos y ligues a distancia.

España enloqueció y pronto hubo líneas 903 de todo tipo. El problema era su precio, 60 pesetas el minuto (36 céntimos de euro). Muchos adolescentes pagaron la novatada y sus padres la factura telefónica.

"Tengo una factura que no he pagado todavía de 245.000 pesetas por el 'Party-Line'", decía uno de los usuarios en televisión.

La llegada de los móviles tampoco fue fácil. Sólo el 0,4% de los españoles tenía uno, pero ya algunos estudios metían miedo sobre su uso. Los ordenadores también eran diferentes.

Pero, por encima de todo, lo que más miedo daba en la España del 92 era el 'bakalao'. Para los mayores de entonces era el fin del mundo. En algunas cosas, 25 años después, no hemos cambiado nada.