La industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de CO2, el 70% de las cuales se produce durante la producción de tejidos. Conscientes de esta responsabilidad, cada vez más marcas innovan en este proceso creando sus prendas a partir de residuos o reutilizando constantemente el poliéster y la poliamida que tardan siglos en degradarse.

También la alta costura se apunta al reciclaje. Es el caso de la colección que la diseñadora María Lafuente ha creado para demostrar que la moda puede ser, al mismo tiempo, creativa y sostenible. Para sus vestidos "deconstruidos" utiliza un tejido de origen vegetal que consume menos agua. Trabaja también con el neumático, que a través del 3D, se convierte en el complemento perfecto para sus prendas.

Así es como pone la tecnología al servicio de la innovación, y la innovación al servicio del medioambiente. De este modo se consigue que el residuo quede convertido en algo bello, y esto no es solo moda, es un cambio de tendencia necesario para reducir el expolio del planeta.

Un mensaje que empieza a calar en algunas firmas, como Sepiia, donde apuestan por materiales que generen mucho menos impacto en toda la cadena de producción: procesos que requieran mucho menos agua, muchos menos productos químicos, utilizar materiales reciclados, y sobre todo apostar por productos que vayan a durar muchísimo tiempo.

Y es que si pensamos en comprar ropa nueva, es importante fijarse en la materia prima y en el origen de la prenda. Todos los poliéster, todos lo derivados del petróleo, son los que generan mayor impacto.

Además, frente la fiebre de usar y tirar empieza a imponerse otra fórmula más respetuosa como es la tendencia de comprar ropa de segunda mano, porque el de estas prendas es un impacto que ya está generado.

Así, cuidando los procesos, atendiendo a los materiales y pensando también en reutilizar lo que ya se ha fabricado, la industria textil inicia su reconversión y la moda nos muestra el nuevo escenario.