Tres meses después de su nacimiento, los padres de Ella y Eliza han podido, al fin, coger en brazos a sus hijas por separado. Un gesto cotidiano que para ellos ha sido un milagro, ya que estas pequeñas nacidas en Texas, EEUU, vinieron al mundo unidas por el abdomen y, aunque cada una de las niñas tenía su propio hígado, ambas compartían tejidos.
Lo descubrieron en una ecografía en el segundo trimestre de un embarazo poco común -los siameses se producen cada 50.000 gestaciones- y de riesgo. Según la doctora Alice King, la cirujana que supervisó la operación para separar a las niñas, este tipo de casos "son tan poco frecuentes que no hay manual de instrucciones".
Así, los médicos tuvieron que comprobar si podrían separarlas al nacer y preparar la operación con antelación. Sin embargo, la madre, Sandy Fuller, estaba decidida a seguir adelante: "Sea lo que sea, vamos a tener a estos bebés", ha sentenciado. El pasado 1 de marzo, las pequeñas siamesas nacieron por cesárea. Fue en ese momento cuando, según el relato de su padre, Jesse Fuller, pudo relajarse un poco, puesto que más del 60% de los siameses nacen muertos o fallecen poco después.
Comenzó entonces una espera de tres meses para una operación en la que trabajaron 17 sanitarios durante seis horas. Era una cirugía compleja en la que debían separar sus tejidos, controlar la sangre y reconstruirles el abdomen, pero al final fue un éxito en el que, según la doctora King, todo se desarrolló "con mucha fluidez".
Tras un mes de recuperación en el hospital, Ella y Eliza por fin están en casa con sus padres y su recién estrenada hermana mayor, Amy, que, según su madre, "está muy emocionada por tener a sus bebés en casa".
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