Rafael Calleja practica en Córdoba la agricultura de conservación del suelo desde hace 25 años. "Fuimos conscientes de que se nos iba el suelo, lo vimos con la formación de regajos, que son los signos de circulación del agua", explica.

Además de la cubierta vegetal, él mide con un aparato cuánta tierra pierde cuando, por ejemplo, llegan las lluvias torrenciales.

"Sobre un suelo desnudo, la gota de lluvia es como un proyectil, impacta sobre el suelo", alerta.

El objetivo es dilatar un proceso natural, el de la erosión, que se ve agravado por la influencia del hombre, por ejemplo, en la agricultura, al eliminar bancales o por una labranza excesiva.

"Si dices a un agricultor que no labre, te responde que estás loco", sostiene Jesús Gil, presidente de la Asociación Española de Agricultura de Conservación.

Apenas un centímetro de suelo tarda miles de años en reponerse. "El proceso natural de reposición es de una tonelada por hectárea y la erosión media en España esta en 7 u 8 toneladas al año", apunta Gil.

Los países mediterráneos, en general, y España, en particular, son de los más afectados.

"En la franja mediterránea, las lluvias suelen ser de carácter torrencial y otro factor que influye es la orografía, cuando tenemos más pendientes, más velocidad hay en las escorrentías y tenemos menos cubierta vegetal en las zonas áridas y semiáridas", indica Jorge Mataix, presidente de la Sociedad Española del Suelo.

Con peores suelos, Naciones Unidas estima que en el 2050 el mundo habrá perdido un 10% de su capacidad agrícola, pero las consecuencias pueden ser mucho mayores.