Aimée Stephens es todo un símbolo de lucha por la igualdad de derechos de las personas trans. Antes de irse de vacaciones hace siete veranos, harta de llevar una doble vida como Aimée en casa y como Charles en el trabajo, se sinceró con su jefe.

Pero el dueño, según afirma la propia mujer, le dijo "que tenía que pensar": "A las dos semanas me despidió y me ofreció dinero para que me callara".

El motivo que dio el empresario, ultrarreligioso, es que Aimée no se ajustaba a la imagen prototípica de mujer, y no podía tenerla atendiendo al público en su funeraria.

"Tuvimos que vender un montón de pertenencias para salir adelante. Nos afectó mucho", ha declarado Aimée, a la que enseguida empezaron a llover muestras de apoyo: las de multitud de estrellas que viralizaron la sensibilísima carta que Aimée escribió a su jefe, o las de muchas personas transgénero espoleadas por su caso.

Su caso ya está en el Alto Tribunal, que por primera vez debe responder, sentando jurisprudencia, si se puede despedir libremente a un trabajador sólo porque haya cambiado de sexo.