Autosuficientes
Las ecoaldeas, los lugares que no se paralizaron con el apagón: "Fue una anécdota más que un problema"
Los detalles Mientras toda España busca alternativas para pasar el día sin electricidad, en las ecoaldeas su poca necesidad tecnológica hizo que el apagón no cambiara la vida de sus habitantes.

Resumen IA supervisado
El apagón en España destacó la diferencia entre las grandes ciudades y el campo, afectando de manera desigual a sus habitantes. En las ecoaldeas, como Valdepiélagos, a 50 km de Madrid, la falta de electricidad pasó desapercibida. Víctor Torre, fundador del lugar, no sintió angustia alguna, ya que la comunidad es autosuficiente y vive en armonía con la naturaleza. Las casas están diseñadas para ser eficientes y muchos residentes cultivan sus propios alimentos y recogen agua de lluvia.
* Resumen supervisado por periodistas.
El apagón también nos deja una Esapña dividida entre las grandes urbes y el campo. El impacto fue muy distinto en el ritmo de vida de los lugareños de aldeas o pequeñas localidades. Especialmente en las ecoaldeas, unos lugares que apenas notaron la falta de electricidad.
Un claro ejemplo de ello es la ecoaldea de Valdepiélagos, a solo 50 kilómetros de Madrid. Mientras en la capital reinaba el caos, allí Víctor Torre, uno de los fundadores del lugar, estaba tranquilamente con sus plantas. "Yo emocionalmente no sentí ninguna angustia ni ninguna falta", reconoce.
Porque la vida en la ecoaldea es bastante sencilla. Por muy cerca que estén de una gran ciudad, su mundo es el rural y más autosuficiente que el de la mayoría. "Algunos tenemos huerta, algunos almacenamos el agua de lluvia. Las casas están muy bien diseñadas. Son solar pasivas", señala Víctor.
La vida en armonía con la naturaleza no es su único secreto. La convivencia entre vecinos y la solidaridad entre las 30 familias que residen en la ecoaldea es un factor clave. Por ejemplo, Angelines y Juan han superado la barrera de los 90 años. Dejaron Madrid para vivir su jubilación en este lugar y gracias a la convivencia en el lugar no tiene prácticamente problemas: "Aquí teníamos amigos con una filosofía de la vida equivalente".
Sin grandes necesidades tecnológicas, tampoco a ellos les preocupó mucho el apagón. "Fue una anécdota más que un problema", explica Juan Letero. Aquí, por cierto, todos son bienvenidos y la cadencia de la vida es otra. Por eso el gran apagón fue una simple anécdota.