La primera vez fue hace más de 50 años. Desde 1967, alguna persona empieza a apostar por la criogenización después de la muerte. ¿El objetivo? Conservar su cuerpo para ser reanimado en el futuro.

Es el caso del padre de Max. Tras una enfermedad, murió en 2017 y la criopreservación fue su elección, convirtiéndose así en uno de los cinco españoles en este estado.

De hecho, las instalaciones que permiten esta criogenización, congelar el cuerpo a casi -200 grados, se sitúan en muy pocos países, siendo Estados Unidos donde se concentra la mayoría de estos clientes.

En la criopreservación, el tiempo es clave. Se lleva al cuerpo a un estado de hipotermia para disminuir el daño en las células y después se administran anticoagulantes y una solución crioprotectora para evitar la formación de cristales de hielo. Es el paso previo a congelarse a -196 grados.

Un proceso muy caro. El precio oscila entre los 200.000 euros si se congela el cuerpo entero y los 12.000 si solo el cerebro.

Sin embargo, aunque ellos sueñan con ser reanimados en el futuro, los expertos niegan de la efectividad de estas técnicas: "Hay que considerar que se trata de una fantasía, inviable 100%".