Un mensaje, una pequeña alerta que entró sin previo aviso en el ordenador. Era críptico y, sobre todo, bastante inusual: no había ninguna cita pendiente en la agenda de la pediatra madrileña Lucía -nombre ficticio por petición expresa-. Eran las 14.20h de un laborable cualquiera de hace un par de meses.

"La madre necesita un informe", rezaba el breve texto. Pero lo que se encontró la doctora al otro lado de la puerta de su consulta la dejó de piedra: una mujer desesperada, en busca de ayuda, porque su hijo, de tan sólo 11 años, se había intentado suicidar en el patio del colegio.

Las urgencias psiquiátricas son multifactoriales: desde intentos de suicidio, a ansiedad, obsesiones compulsivas, pánico o trastornos de alimentación. Y, en los últimos meses, el número de consultas se ha disparado un 50% entre los niños y jóvenes, según los datos a los que ha tenido acceso laSexta de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Un 50% más desde el pasado otoño.

En el caso de las consultas de trastornos de conducta alimentaria, la situación ha crecido hasta doblarse y alcanzar un 100% más de casos. Y no sólo eso: cada vez hay una mayor frecuencia en los intentos de suicidio entre los más jóvenes. "Cada vez más casos y más graves", sintetiza la doctora Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la AEP.

¿Qué ha pasado para que todo se multiplique? La pandemia.

Dolencias nada típicas cada vez más comunes

La salud mental de niños, adolescentes y jóvenes ha tomado la conversación nacional: desde los profesionales sanitarios a los representantes políticos: todos alertan de lo que nos está por venir. Algunas generaciones se han visto en el segundo plano de esta pandemia y las consecuencias de ello, tanto a corto como a medio plazo, son difíciles de calibrar.

Las urgencias psiquiátricas van desde intentos de suicidio, a ansiedad, obsesiones compulsivas, pánico o trastornos de alimentación

"Han aumentado, en general, todas las urgencias psiquiátricas", suspira en conversación con esta cadena Beatriz Martínez, médico psiquiatra del servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica Infantil del Hospital Niño Jesús de Madrid. Tras el genérico “urgencias psiquiátricas” se esconden dolencias graves y nada típicas en niños, adolescentes y jóvenes. Pero cada vez son más y más comunes.

Desde que la COVID-19 llegó a nuestras vidas, algo dentro de nosotros ha cambiado y no para bien. Sentimientos de tristeza, apatía, cansancio, desgana. Desesperanza. No confiar en el futuro.

Las urgencias psiquiátricas no son típicas, pero cada vez más comunes entre niños, adolescentes y jóvenes

No es que sentirlos sea síntoma de que algo no marcha bien en nuestra salud mental. Todo lo contrario: es natural hacerlo de manera puntual en una circunstancia como la que estamos viviendo, límite para algunos y tan sostenida. Sin embargo, si el sentimiento se alarga en el tiempo, sí puede ser desencadenante de algo más grave para algunos, ya sea por circunstancias personales o por predisposición genética.

La depresión en jóvenes aumenta por 3

Este aumento desaforado de las urgencias psiquiátricas en adolescentes y jóvenes fue verbalizado en público por primera vez por el gerente del hospital de referencia infantil Sant Joan de Déu, en Barcelona, Manel del Castillo, hace apenas unos días: lo que antes eran 3 ó 4 intentos de suicidio a la semana, ahora son 3 ó 4 al día. Por ejemplo, el caso del menor con el que abríamos este reportaje.

"El aumento en autolesiones está relacionado con sintomatología depresiva en la gran mayoría de casos", explica la doctora Díez. "La frecuencia de depresión en niños en España está aumentando 3 ó 4 veces más, y las ideas de suicidio son un síntoma nuclear de la depresión".

Lo que antes eran 3 ó 4 intentos de suicidio a la semana, ahora son 3 ó 4 al día

Dentro de la Psiquiatría Infantil existen dos tipos de trastornos: están los referentes al neurodesarrollo -como el autismo, hiperactividad, esquizofrenia- y el resto de psicopatologías -ansiedad, depresión-, cuyo desencadenante principal es "el estrés ambiental".

Es la explicación primera al aumento de casos de depresión, trastornos de conducta alimentaria o intentos de suicidio en los más jóvenes, porque "es indudable que los adolescentes han estado sometidos a un estrés ambiental importantísimo", comenta la presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil. Como todos los ciudadanos, claro, pero por su edad no les afecta igual.

Qué sienten los niños y los adolescentes

No hablamos sólo de niños, también de adolescentes y de jóvenes -ese grupo generacional cada vez más diluido, más alargado, sin un final demográfico claro-. Cada uno por sus causas. "En el caso de los niños, por su falta de adaptación, de socialización entre iguales. Eliminándoles los compañeros, el colegio, se encuentran perdidos".

A los jóvenes no se les ha entendido. Lo normal para jóvenes y adolescentes es estar con amigos, saliendo, relacionándose entre sí. A otra edad se puede llevar con más tranquilidad

Aurora Fernández, doctora de Medicina de Familia

Los adolescentes viven una situación parecida, pero de manera más intensa. "En la adolescencia son importantes los amigos. La ausencia de relaciones sociales en periodos de cambio, como la adolescencia y los ancianos, está muy ligado a los problemas de salud mental", continúa la doctora Díez.

Y los jóvenes, por su parte, sienten que se les "ha robado" tiempo y oportunidades de sus vidas. "A los jóvenes no se les ha entendido. Lo normal para jóvenes y adolescentes es estar con amigos, saliendo, relacionándose entre sí. A otra edad se puede llevar con más tranquilidad", dibuja la doctora de Medicina de Familia Aurora Fernández Moreno.

Hitos vitales "robados"

Hablamos de la graduación del instituto, el verano de los 18 años, el arquetípico viaje a Mallorca, la EBAU… Todos son ejemplos reales de momentos que los adolescentes han verbalizado en consulta que sienten que les faltan. "Me dicen ‘Llevo toda la vida esperando esto y ahora me viene una pandemia’. En nuestro escenario de adultos nos parecen una tontería, pero son hitos de la vida que son importantes", apunta la psiquiatra Beatriz Martínez.

Este año pandémico genera un sentimiento de pérdida real, legítimo, y por el que hay que pasar un duelo

"Es como el mismo sentimiento de vida que para un anciano: un año de su vida es muy intenso. Hemos perdido un año, y en un año hacemos muchas cosas. Es un sentimiento de pérdida real, legítimo, y por el que hay que pasar un duelo", incide la médica de Familia Fernández.

"Se les ha criminalizado"

Por ello, además, se les ha puesto en la picota. Es algo con lo que están de acuerdo todas las fuentes consultadas para este reportaje. "No se les ha tenido en cuenta claramente. Durante el confinamiento era un sálvese quien pueda, no se puede criticar ahí porque nadie sabía nada, pero ahora…", afirma Azucena Díez.

"Se les ha criminalizado. Se les ha acusado de que no les importa su familia si querían salir, si se saltaban alguna norma a lo largo de estos meses. Y no, no es así, es que viven de una manera determinada", remacha Aurora Fernández.

Los mayores no hemos estado tan confinados, había ciertas excusas para salir a la calle: comprar, pasear el perro, ir a la farmacia o al centro de salud. Los adultos hemos tenido ciertas válvulas de escape

Los niños "no se han tenido en un primer plano en la gestión de las medidas", arguye, tajante, la médico psiquiatra infantil Beatriz Martínez. "Los mayores no hemos estado tan confinados: había ciertas excusas para salir a la calle: comprar, pasear el perro, ir a la farmacia o al centro de salud. Los adultos hemos tenido ciertas válvulas de escape", admite.

A sus ojos, y los de sus colegas, los niños "nos han dado una gran lección: desde el propio miedo, han cumplido con todo". "Llevan mascarilla, han vuelto al cole. A ellos todo les desborda, y son muy obedientes. Hay medidas que creo que han sido excesivas: cerrar parques infantiles, actividades extraescolares… La cautela tenía sentido, pero a posteriori vemos las consecuencias", exhala la psiquiatra del Hospital Niño Jesús.

"La nueva pandemia que afrontar"

Esto es, ni más ni menos, "la nueva pandemia que afrontar", para la pediatra Lucía. "Hay muy poquitos recursos", se lamenta. "Para que vean a un niño en un par de semanas, tengo que poner que tiene ideas de muerte francas. Porque, si no, la demora es de 7-8 meses para el psiquiatra. Ya está bastante abandonada y, si siguen bajando impuestos y desmantelando la sanidad, más lo estará. Se eternizan las cosas".

En su mente, la situación del niño de 11 años que intentó suicidarse en el colegio. “El menor estaba esperando que se quedara una cama libre en la unidad de psiquiatría pediátrica, pero no había. Su madre venía para ver si yo, como pediatra, podía hacerle algún tipo de papel para que le ingresen con mayor prioridad”.

"Nos dicen ‘es que eso no les pasa a los niños’, pero sí, también tienen estos problemas. Muchas veces nos cuesta verlo"

El niño nunca llegó a ingresar, nunca llegó a haber una cama. Un mes después, el tratamiento psiquiátrico empezó por lo público, pero el tratamiento psicológico -la terapia- lo tuvieron que costear por lo privado, porque no había hueco.

La pediatra cree que también influye que, desde algunos puntos de las instituciones, cuesta creer que los niños tengan problemas de salud mental. "Nos dicen ‘es que eso no les pasa a los niños’, pero sí, también tienen estos problemas. Muchas veces nos cuesta verlo".

El futuro de estos jóvenes

¿Qué pasará con varias generaciones tocadas por los estragos de esta pandemia? ¿Remitirá con las vacunas y la nueva normalidad? Beatriz Martínez opina que no. "En un fenómeno global como esta pandemia, estos niños, que probablemente ya tenían factores de vulnerabilidad, ha desencadenado en cuadros más graves y más rápidos. Y a futuro irá a más, si mantenemos la tendencia. Sin estrategia de intervención y prevención, seguirá".

Para Azucena Díez, la clave reside en pensar que estos niños y jóvenes "son los adultos del mañana". "Cuando una enfermedad mental debuta de una forma más temprana tiene peor pronóstico", advierte. "La depresión es la primera causa de incapacidad laboral en el mundo occidental. Si aumenta la depresión, estadísticamente, aumentarán los suicidios". También las adicciones.

Que un adolescente esté un poco aislado es normal. Pero cuando ese aislamiento es aún más importante, cuando se da un cambio con respecto a lo previo, sería una alarma

Sociedad de Psiquiatría Infantil

Por eso, la presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil anima a los padres a pedir ayuda si notan algo raro. "Que un adolescente esté un poco aislado es normal. Pero cuando ese aislamiento es aún más importante, cuando se da un cambio con respecto a lo previo, sería una alarma".

En segundo lugar, una señal de alerta es también que los críos y jóvenes "dejen de disfrutar, que abandonen las actividades que antes disfrutaban". "No que lo dejen por motivos sociales, de preferir estar con los amigos, sino por energía o ganas. Hay que intentar favorecer la comunicación. Es lo más importante: intentar estar, dentro de que cada padre hace lo que puede, y pedir ayuda".

Los jóvenes, doble crisis

Para los jóvenes lo que sucede es más difícil, pues vienen de pasar recientemente otra crisis que les pilló ya casi al incorporarse al mercado laboral. "Es un escenario mucho más complejo. En España ya atravesábamos unos años difíciles: paro juvenil nada desdeñable, ahora con la situación pandémica que se ha recortado la propia oferta, a nivel de pérdidas hay empresas que reestructuran y no sólo despiden o hacen ERTE, sino que no contratan", explica la médico psiquiatra del servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica Infantil del Hospital Niño Jesús de Madrid.

Y ya no sólo laboral, la psiquiatra también menciona hitos vitales como comprarse una casa, pedir una hipoteca. "¡A nivel conciliación incluso!", explota. "Viven un doble confinamiento: el confinamiento COVID y el de la maternidad de un niño pequeño, por ejemplo. O el de un trabajo que exige de más. O, sencillamente, no poder quedar con los amigos. Esto dispara la soledad que experimenta mucha gente ahora sin escenario social de salir, conocer gente".

¿No hay salida? Claro que sí. "Los datos dicen que estamos atendiendo a un aumento del número", sonríe Beatriz Martínez. "Esto lo que tiene es un pico de subida y bajada. Igual no se estabiliza, ni mucho menos. Hemos pasado mucho tiempo con los límites, y ahora empiezan a salir y podemos ver cosas más llamativas. Esto no implica que les vayan a quedar marcado para siempre".

Ahora estamos viviendo, y más de cara al verano, muchas conductas reactivas, una búsqueda incesante de una salida. Con límites, todo se contiene. Y ahora, que parece que, poco a poco, podemos volver a la normalidad, toca ver cómo nos afecta. A niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Y, si algo no marcha como debería, pedir ayuda. "Sin miedo, ni vergüenza".

Los expertos lo tienen claro: a los afectados les recetan prudencia y mesura con las restricciones y el stand-by vital. Y a los que gobiernan, también. Por tener a todos en cuenta.