Conocido por ser el principal fabricante de explosivos usados en atentados suicidas contra Israel a finales del siglo pasado, Yahya Ayyash, conocido como 'el ingeniero de Hamás', estuvo durante años en el punto de mira hasta que consiguieron acabar con él.
En 1996 y a través de un supuesto amigo gazatí que era en realidad aliado con la seguridad israelí, a Ayyash le llega un móvil que había sido manipulado durante una reparación. Un arreglo que, sin él saberlo, se había producido en Tel Aviv y en el que agentes del Shin Bet, el servicio de seguridad interior, aprovecharon para colocar 50 gramos de explosivo.
Cuando el teléfono vuelve a él, Ayash llama a su padre y los servicios secretos identifican su voz. Entonces, un helicóptero Apache que sobrevolaba la zona detona el explosivo que había en su interior, matándolo en el acto y sentando el precedente que haría cambiar de estrategia no solo a Hamás, también a la Yihad Islámica y a Hizbulá.
El líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, asegura que el teléfono móvil es "un espía asesino" que da "información detallada y exacta al enemigo y muestra la ubicación de sus comandantes". Es el miedo ante una táctica de más de 30 años que no han conseguido evitar ni con buscas ni otros dispositivos de comunicación.