Además, aseguró no querer ningún cargo en el gobierno porque "su único puesto es la confianza del pueblo en él" y lamentó que durante los últimos días haya recibido "ataques feroces" que alcanzaron acusaciones de "aferrarse" al poder.
"No voy a ser la causa del derramamiento de la sangre iraquí", alertó. Al Maliki dijo que desde el principio descartó la opción de usar la fuerza durante el proceso político, excepto contra el terrorismo y los terroristas, porque de otra forma "sólo aumentará las heridas del pueblo iraquí. Estas palabras del Al Maliki llegan un día después de que él mismo advirtiese de que no renunciará al poder, a no ser que lo dicte el Tribunal Supremo, después de que el presidente Fuad Masum nombrase a Al Abadi como nuevo primer ministro.
Esta decisión elimina una de las complicaciones que impedían la formación del nuevo gobierno iraquí y allanará el camino para solucionar la crisis política, que está acompañada de un conflicto armado liderado por el Estado Islámico (EI) en el norte de Irak. El EI tomó Mosul, la segunda ciudad del país, el pasado 10 de junio, y desde entonces continúa con sus enfrentamientos para aumentar "el califato" que declaró en los territorios bajo su control en el norte de Siria e Irak.