Con una abrumadora abstención del 20,59% (más de 32 millones de votantes) y una diferencia de apenas 2,14 millones de votos,Luiz Inázio Lula da Silva se ha convertido, otra vez, en presidente de Brasil. En una disputada elección, en segunda vuelta, los cerca de 125 millones de votantes han hecho patente la división existente en el país, dándole al líder del Partido de los Trabajadores una ventaja que, si bien es ligera —50,9% frente al 49,1% del hasta ahora mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro—, también es suficiente como para regresar al Palacio de Planalto durante los próximos cuatro años.

La vuelta de Lula al Gobierno brasileño pone fin al mandato de un exmilitar que ha sido comparado en innumerables ocasiones con figuras como Donald Trump o Marine Le Pen. Machista, racista y homófobo, Bolsonaro ya había dejado clara cuál sería su forma de gobernar antes incluso de ser elegido presidente: en 2003 se dirigió a una colega de Lula, a la congresista Maria do Rosário, asegurando que ni siquiera "merecía" ser violada —declaraciones por las que tuvo que disculparse públicamente ya siendo presidente—; en 2011 pronunció aquellas 'famosas' palabras en las que afirmaba que sería incapaz de querer a su propio hijo si fuera gay.

En 2019, Bolsonaro llegó a negar ante Naciones Unidas que el Amazonas sea "el pulmón del planeta", a propósito de los incendios que abrasaron el bosque tropical en 2019, y durante su mandato quiso dar a la presencia de minerales en la Amazonía más valor que al propio ecosistema. Lula da Silva llega a Planalto dando la vuelta a ese discurso, prometiendo luchar para alcanzar la "deforestación cero": "Un árbol vale más que toneladas de madera extraída ilegalmente por los que solo piensan en ganancias fáciles, a costa del deterioro en la tierra; un río de agua limpia vale más que todo el oro que se extrae a costa del mercurio que mata la fauna y que pone en riesgo la vida humana", ha señalado el flamante mandatario.

Las seis grandes economías de la región, en manos de la izquierda

Con este resultado, la principal economía de América Latina vuelve a estar gobernada por la izquierda. Pero no es la única: es la primera vez que las grandes potencias económicas de la región coinciden, al mismo tiempo, con líderes de izquierdas. En 2018, México se despedía de seis años de legislatura de Enrique Peña Nieto (PRI) y daba la bienvenida a su primer presidente de izquierdas en décadas. Con una holgada victoria, el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, ganaba las elecciones al hacerse con más del 53% de los votos, muy por delante de su principal contrincante, Ricardo Anaya, quien solo consiguió el 22,3% de las papeletas.

Si bien el actual Gobierno mexicano se define a sí mismo como de izquierdas, lo cierto es que la administración de López Obrador ha recibido numerosas críticas desde la propia izquierda a cuenta, por ejemplo, de su nada relevante inversión en políticas sociales o su postura ante el creciente movimiento feminista: el líder de Morena ha utilizado expresiones tan polémicas como "ni machismo ni feminismo", una trampa lingüística pronunciada habitualmente por la derecha; durante la pandemia defendió que las mujeres se quedaran en casa para combatir el COVID e incluso llegó a definir el feminismo, junto al ecologismo, como una herramienta inventada por el neoliberalismo con el fin de "poder saquear".

Poco después, en agosto de 2019, llegó el turno de Argentina: el peronista Alberto Fernández se impuso ante el hasta entonces presidente, Mauricio Macri. El sector financiero vio la llegada de Macri con esperanzas de mejorar la situación de un país sumido en una continua crisis; sin embargo, la 'era Macri' no acabó como se esperaba: el país cerró 2019 con la inflación al 53,8%, la más elevada en casi tres décadas; el desempleo subió dos puntos con respecto al registrado en el peor momento del último Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y la legislatura llegó a su fin sin cumplir su principal promesa: estabilizar la economía. En estas circunstancias, el voto argentino volvió a virar hacia la izquierda en 2019.

En 2021 llegó el turno de la cuarta potencia económica de América Latina, Chile. Gabriel Boric se convirtió en el presidente más joven del mundo en una segunda vuelta electoral en la que su único contrincante enarbolaba la bandera de la ultraderecha. En noviembre de 2021, con un Sebastián Piñera en rampa de salida tras haber protagonizado uno de los peores estallidos sociales en la historia reciente —su popularidad cayó en picado durante este mandato—, los votantes chilenos le dieron la vuelta al Gobierno para dar la bienvenida al Palacio de la Moneda a un joven político, exlíder del movimiento estudiantil, autodefinido como ecologista, feminista y regionalista.

El 'golpe' más reciente para la derecha latinoamericana lo dio Gustavo Petro, hace apenas unos meses, en Colombia. Poco antes de los comicios, Rodolfo Hernández (LIGA), conocido como 'el Bolsonaro de Colombia', creía férreamente en sus posibilidades de convertirse en mandatario y su objetivo era, según aseguraba a Al Rojo Vivo, "mejorar la vida de muchos colombianos que lo están pasando muy mal". Fue también en este momento cuando tuvo que disculparse por unas declaraciones "equivocadas", en las que aseguraba que era seguidor del dictador Adolf Hitler.

En junio de 2022, el conservador Iván Duque se despedía de la Casa de Nariño que abría las puertas a un candidato que promete gobernar para las minorías y los pobres y dar un cambio radical al modelo económico en el que se sustenta el país: su intención es impulsar la producción agropecuaria, reforma agraria mediante, para atacar la desigualdad en un país donde más de la mitad de las tierras pertenecen a una minoría privilegiada que no supone ni el 2% de la población. Pese a que la participación en 2022 fue menor, si se compara con otros comicios —entre ellos, las elecciones generales en España, por ejemplo—, la abstención de las últimas elecciones presidenciales de Colombia fue la más baja de la historia (41,91%) y, por lo tanto, la movilización del electorado también se convirtió en una de las más altas del país. Y no sólo eso: Gustavo Petro es el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.

El ejemplo de Perú, con el primer presidente campesino

Los últimos dos años han sido en los que se ha vivido este giro a la izquierda en gran parte de la región. Perú es otro de los ejemplos que se suman a la lista de países latinoamericanos que han optado, en la mayor parte de los casos en un ambiente de alta polarización, por Gobiernos más sociales. En julio de 2021, Pedro Castillo se convertía en el primer presidente campesino del país. Una vez más, la diferencia entre los votos que consiguió la fórmula liderada por Castillo era mínima, como la de Lula y muchos otros ahora presidentes: apenas 45.000 votos lo llevaron al Gobierno, dejando atrás la combinación liderada por la hija del dictador Alberto Fujimori, Keiko Fujimori.

¿Cómo llegó Castillo al poder? La "leve" mejoría de la izquierda en el país viene derivada, según explicó el politólogo Carlos Fernández al diario peruano 'La República', debido a la "desastrosa actuación de los partidos de derecha" durante los últimos Gobiernos. Esto, sumado a las crisis económica y sanitaria, es lo que ha generado un "profundo malestar social" que se ha visto reflejado en la autopercepción de los votantes peruanos: en diciembre de 2020, habían aumentado los ciudadanos que se consideraban de izquierdas y los que se consideraban de derechas, mientras los más ubicados el centro político se iban difuminando. Una vez más, la polarización.