Lula vuelve. Su victoria abre un nuevo horizonte en un Brasil polarizado y azotado por la extrema derecha en cuatro años de mandato de Jair Bolsonaro y deja atrás el infierno al que se vio sometido el primer presidente de clase trabajadora de Brasil.

Su figura, manchada por las condenas en la última década, siempre se mantuvo como la del primer brasileño que consiguió crecer desde la extrema pobreza de una localidad marginal en el norte del país hasta la presidencia de una de las economías más importantes de mundo.

En noviembre de 2019, Lula da Silva fue puesto en libertad tras pasar un año y siete meses en prisión, condenado por un delito de corrupción que finalmente fue archivado. El ahora reelegido presidente siempre ha defendido su inocencia y ha apuntado a la extrema derecha como responsable de una "conspiración" contra él. "El juez Moro no fue juez, fue un político con intereses políticos que decidió condenarme para apartarme de la carrera presidencial de 2018", señaló en una entrevista con Ana Pastor para El Objetivo en 2020.

Una marea roja celebraba la ajustada victoria en Sao Paulo doce años después del último mandato de Da Silva, que promete rehacer una democracia azotada por el extremismo y proteger los derechos de colectivos perjudicados durante los últimos años de mandato. Así, se ha comprometido a avanzar en la lucha contra la violencia contra las mujeres y ha prometido enfrentar el racismo, los prejuicios, la discriminación, "para que blancos, negros e indígenas tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades".

¿Quién es Lula Da Silva?

En 2003, Lula Da Silva afrontaba su primer mandato en Brasil. Miembro fundador y presidente honorario del Partido de los Trabajadores, hasta entonces el ahora reelegido mandatario brasileño fue un obrero metalúrgico y sindicalista conocido en el país por protagonizar protestas contra la dictadura militar que sufrió el país hasta 1985. Posteriormente, llegó a presentarse a las elecciones hasta en tres ocasiones por el Partido de los Trabajadores, hasta que en 2002 consiguió su primera victoria.

Su mandato, que se extendió hasta 2011, estuvo caracterizado por radicales cambios que impulsaron a Brasil hasta la sexta economía más grande del mundo, propiciando la transformación social y económica de Brasil, que triplicó su PIB per cápita.

Algunos de sus programas sociales más populares, como 'Hombre Cero' o 'Bolsa Familia', lograron sacar de la pobreza a cerca de 30 millones de personas durante sus mandatos, logrando llegar a barrios marginales de un país en el que conviven más de 230 millones de personas de diferentes etnias.

La creación de becas públicas para auspiciar el acceso a la educación y el aumento así de la clase media de país supuso un incremento del consumo que hizo que Da Silva concluyera su mandato con una tasa de desempleo inferior a la de algunas de las economías de mercado más fuertes de mundo, como Estados Unidos o Alemania.

El crecimiento económico del país se vio marcado por una década en la que las exportaciones de materias primas se dispararon, atrayendo ingresos e inversores en algunos de los productos nacionales como el mineral de hierro o la soja. Así, y con el descubrimiento de reservas de petróleo desconocidas hasta el momento, Brasil se convirtió en uno de los últimos países en enterar en la crisis económica que azotó a Occidente en 2008.

Además, la reivindicación de la lucha contra el cambio climático siempre ha estado en su programa electoral. Un hecho sobre el que volvió a hacer hincapié minutos después de conocer los resultados electorales y en un país que posee entre sus fronteras uno de los mayores pulmones verdes del planeta: la Amazonia.

Tras afrontar un tratamiento con quimioterapia por un cáncer de garganta en 2012, Da Silva volvió a la política. Sin embargo, pronto vio manchada su carrera por investigaciones que le involucrarían en presuntos casos de corrupción: la justicia brasileña le acusaba de recibir sobornos del contratista Odebrecht para comprar terrenos y por las donaciones de este mismo contratista al Instituto Lula para, presuntamente, abonar los sobornos por contratos fraudulentos de Petrobas, una petrolera brasileña de titularidad mixta.

En julio de 2017, Lula Da Silva fue condenado por corrupción en la investigación del caso 'Lava Jato'. Condena del juez Sergio Moro, que posteriormente formaría parte del Gobierno de Jair Bolsonaro como ministro de Justicia. La pena fue ratificada por el Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región. Sin embargo, en 2019 quedó libre por la anulación de ambas condenas, abriendo la posibilidad del retorno a la política de un líder que marcó un antes y un después en la historia de Brasil.