"Nuestra casa está ardiendo, literalmente". Con esas palabras, el anfitrión de este 2019 ha situado el devastador incendio del Amazonas en lo más alto de la agenda de la cumbre del G7.

"Es una crisis internacional. Miembros de la cumbre del G7, ¡discutámosla lo primero!", decía. Y ha puesto en la picota Macron al presidente brasileño. Le acusa de haber mentido, de haber incumplido, a sabiendas, los compromisos medioambientales que asumió durante el último G20.

"No nos faltan los enemigos de siempre", decía Bolsonaro, que ha respondido atacando, acusando a su vez al francés de "colonialista". "Lamento que el presidente Macron busque instrumentalizar una cuestión interna de Brasil y de otros países amazónicos para obtener ganancias políticas personales", escribía en Twitter.

El otro gran punto de esta cumbre: la desigualdad. Un tema que los siete países más ricos han prometido repetidamente combatir, y por el que una ONG les saca los colores con un vídeo parodia; piden más progreso y menos promesas.

No tiene el listón muy alto Macron este año, después del naufragio del anterior G7, espantada de Trump incluida, al rebotarse con Canadá.

"En estas cumbres suele haber un comunicado conjunto; en la última no se firmó y en esta ni lo van a intentar", explica Miguel Otero Iglesias, investigador principal del Real Instituto Elcano.

Trump tendrá que esperar al año que viene, a ser él el anfitrión, en su empeño de que Rusia vuelva a la mesa, y el grupo a ser el G8.