En la Navidad de 2014, llamaron al timbre de casa de Andreas que, esperando recibir unos regalos, abrió la puerta. Sin embargo, lo que recibió fue un vaso de ácido sulfúrico que le abrasó la cara.

"No comprobó quién era yo. Lo único que dijo fue: 'esto es para ti amigo'", cuenta Andreas Christopheros. El atacante había planeado una venganza, pero se equivocó de objetivo, Andreas no era su víctima.

Un error fatal que lo condenó a una vida de sufrimiento. Cada mañana necesita media hora para ver correctamente por un ojo: "Probablemente lo más tortuoso que he sufrido es no tener párpados. No te puedes esconder de la luz. Obviamente no puedes cerrar los ojos. Dormir es difícil".

Diez operaciones después, los médicos reconstruyeron el 90% de su rostro con piel de otras partes de su cuerpo. El agresor fue condenado a cadena perpetua. Sin embargo, una revisión de condena le dejó la pena en 16 años de cárcel con una posible reducción a ocho.

"Cualquiera que cometa un ataque con ácido debe cumplir cadena perpetua, con una mínima pena de 20 años", pide Christopheros. Los supervivientes piden el endurecimiento de las condenas a los atacantes y controlar la venta de sustancias corrosivas.

En 2016 hubo 454 ataques de este tipo en Reino Unido, el doble que en 2015. Durante los primeros meses de 2017, se han producido 282. El Gobierno ha prometido revisar la ley.