Uno de esos niños que viajan solos es Afsar, un chico afgano de 16 años que llegó a Croacia el pasado 16 de diciembre. Entró al país escondido en una furgoneta conducida por traficantes búlgaros en la que casi muere asfixiado.
Al inspeccionar el vehículo en un control rutinario de carretera, la Policía encontró hacinados en su interior a 62 inmigrantes ilegales, la mayoría intoxicados por monóxido de carbono y en estado de hipotermia. No habían comido desde hacía cinco días y muchos estaban ya inconscientes.
Después de pasar varios días en un hospital, Afsar fue llevado a un hogar para menores en Zagreb, destinado a delincuentes y enfermos mentales. Este huérfano estuvo durante un mes en esa institución, sin traductores y sin que nadie atendiera su solicitud de asilo, hasta que lo contactó una activista de la organización humanitaria de ayuda a refugiados "Are You Syrious?" (AYS).
"Este niño, que viene con graves traumas, ha estado aquí durante un mes sin traductor alguno, sin que nadie hiciera algo respecto a su solicitud de asilo, sin que fuera incluido en alguna actividad o escuela, sin conversar con un psicólogo", denunciaMagda Sindicic, de AYS.
"Quiero asilo. Quiero ir a la escuela, aprender mucho. Quiero ser periodista", cuenta Afsar en un inglés muy rudimentario.
Abandonados y sin apoyo adecuado, estos niños suelen huir de este tipo de centros de internamiento para intentar llegar a países ricos de Europa central. En su intento, quedan a merced de las redes criminales de traficantes de personas que, a diferencia de los sistemas estatales, se han organizado bien.