Ser considerado un espía le ha costado muy caro al periodista de 'The Wall Street Journal' Evan Gershkovich, detenido en Rusia. Las autoridades le han encarcelado en la cárcel de Lefortovo, una prisión de la época de Stalin convertida en una especie de Guantánamo para disidentes.

Allí el silencio solo lo rompen los guardias, que incluso encienden la megafonía para evitar que los presos puedan comunicarse entre ellos. Y es que todo en Lefortovo está diseñado para que los reos ni se vean ni se intuyan entre sí.

Es allí donde Moscú ha aislado al periodista estadounidense, acusado de espionaje, en la prisión donde Rusia encierra a quienes considera su mayor peligro, como espías o disidentes políticos. Sus autoridades mantienen en secreto todo lo que pasa dentro y se desconoce incluso el número de presos recluidos en su interior.

Creada en siglo XIX, la usó Iósif Stalin en sus purgas y la heredó el KGB. Ahora la controla el FSB, el actual servicio secreto ruso. Por sus pasillos han pasado los hombres más temidos por Vladímir Putin, entre ellos los oficiales de Inteligencia Aleksandr Litvinenko y Sergei Skripal, acusados de espionaje, que acabaron envenenados. También el escritor Eduard Limónov, activista y opositor del presidente ruso.

Los presos de Lefortovo pasan todo el día encerrados en sus celdas y solo pueden pasear una hora diaria por un diminuto patio con la parte superior enrejada, el único lugar desde el que pueden ver el sol una vez al día.