La Fórmula 1 es una carrera de fondo. Sí, así es. Es una prueba de largo recorrido. Una en la que no importa tanto el dónde estés al comienzo como el cuánto pongas de tu parte para mejorar y superarte a ti mismo. Y eso es lo que está fallando en Aston Martin. Eso es lo que no están logrando los de Silverstone. Eso es lo que ha hecho bajar el suflé. Eso es lo que tiene a Fernando Alonso en una posición en la que va a ser más que complicado pelear por la 33.

Y también por estar en los podios de forma regular. Por hacer lo que hacía sin prácticamente problemas hasta que llegó Canadá. Hasta que llegó la gran evolución. Hasta ese día. Hasta la carrera en la que más cerca estuvo de Max Verstappen. Desde ahí, poco. Bastante poco. Muy escaso ritmo tanto en carrera como en clasificación para un coche que hasta hace menos de un mes era el gran rival de Red Bull.

Pero ya no. Quién sabe si es por ellos o por los demás, pero el caso es que no lo son. No solo se ha colado Mercedes, algo que ya se intuía viendo el potencial en cuanto a recursos de los de la estrella, sino que también están ya los McLaren. Y Ferrari, que depende de cómo sople el viento. Lo peor no es que sea en pistas de curva rápida o de gran velocidad. Lo peor es que te pase en Hungría.

En Hungría... tampoco

En una pista que tenían marcada en rojo por las virtudes del coche. Por cómo está diseñado el AMR23. Por lo que se decía del monoplaza a comienzo de temporada. Bien en frenada. Bien en curva lenta. El más rápido en esas zonas en Arabia Saudí. Pero no. Ya no. Y la clasificación de Hungaroring fue buena prueba.

Lance Stroll no tuvo opciones en Q2. Alonso se salvó de caer por un par de milésimas. En la Q3 llegaron los dos McLaren. Y también los dos Alfa Romeo. Porque Bottas y Zhou, contra todo pronóstico, superaron tanto a Fernando como a Sergio Pérez. Porque Fernando, en una prueba dura, durísima, sale octavo.

Va a tocar remar. Remar y esperar una carrera loca para poder alcanzar algo que se alcanzaba sin que nada pasara. Sí, porque ese podio, el podio que tan fácil se conseguía hasta Canadá, es ahora la misma utopía que era con Alpine.

Y va a tocar también trabajar. Trabajar para recuperar las sensaciones y las energías en un equipo que era la personificación de la alegría y de la felicidad dentro del 'paddock'. Que era lo que ahora es McLaren. Que era el gran rival de Red Bull.

Y la pole, para Hamilton

Que era quien más presionaba por una pole que nunca llegó. Que parecía ser quien pudiera arrebatar a Verstappen o a Pérez el privilegio de ser el mejor de un sábado. Pero no. No ha podido ser. Ese honor, el honor de derrotar a Max, ha sido para Lewis Hamilton.