Estuvo a punto de quemarse, pero el Tottenham tiró otra vez de una de sus vidas extra y se aferró al milagro de la clasificación con una victoria por 1-0 ante el Inter de Milán en Wembley gracias a un gol tardío de Christian Eriksen. La certificación del milagro tendrá que llegar en el Camp Nou en la próxima jornada de la Liga de Campeones, cuando se mida a un Barcelona ya primero de grupo.
Tendrá que 'copiar' lo que haga el Inter -al que iguala a siete puntos pero supera en el golaveraje particular- contra el PSV para meterse en octavos. Esa última oportunidad la arrancó el Tottenham de lo más profundo de Wembley, en un partido feo, sin excesivas ocasiones y con los locales llevándose el triunfo en el único acierto en el área de todo el encuentro.
La primera parte fue un canto al fútbol. Pero un canto desafinado, monótono y aburrido. Un chirrido en la catedral que es Wembley. El aspecto pobre de las gradas, en las que apenas se sobrepasaba la media entrada, no ayudaba a ambientar el partido y los primeros 45 minutos fueron de sopor.
El Tottenham estaba espoleado por la necesidad de una victoria que no le eliminase de la competición. El Inter se protegió, arropadito atrás, sin presión y sin prisa. Cada movimiento del cronómetro era una pequeña victoria suya. Los 'Spurs' amenazaron con salir en tromba, como hicieron en la victoria hace apenas unos días ante el Chelsea, y tuvieron un par de llegadas en lo primeros instantes, ninguna culminada con algún susto ante la meta de Samir Handanovic.
A Kane era al que más le pesaba la responsabilidad. Un jugadón suyo, dejando a varios rivales por el camino, terminó con Alli mandando un disparo por encima de la portería. Los de Pochettino echaban de menos la creatividad de Eriksen y de Heung-min Son, ambos en el banquillo, y Handanovic solo apareció para atrapar un remate centrado de Moura tras una gran dejada sin tocar el balón de Alli.
El Inter se conformaba con defenderse y Mauro Icardi apenas tocaba el balón. Y Luciano Spalleti estaba satisfecho con ello. Solo un larguero de Harry Winks, al borde del descanso, le despertó de su letargo. El técnico italiano reaccionó alargando su equipo en el segundo tiempo.
También ayudado por un Tottenham que notó el aliento de la eliminación en el cogote y por la entrada de Borja Valero -por la lesión de Nainggolan-, que aplacó el centro del campo y lo hizo relevante. Según arriesgaron los londinenses, aparecieron los espacios para los Perisic y compañía y las preocupaciones se multiplicaron para el Tottenham, que además comenzó a desesperarse.
Los locales comenzaron a entrar al trapo de las provocaciones italianas. Winks se encaró con Valero y la frustración del equipo inglés, que se veía superior, se hizo palpable en el castigado césped de Wembley. La entrada de Son inclinó unos grados el campo y curtió de imaginación los últimos tres cuartos de cancha del Tottenham.
Pero seguía faltando la puntería y la clarividencia para intentarlo. Lo que no llegó en ataque fluido, lo tuvo la cabeza de Vertonghen. El belga volvió dos meses después a la competición y estuvo a centímetros de adelantar a los suyos cuando una falta de Eriksen, recién ingresado, fue ligeramente desviada por el central.
Pero el balón no entró. Tampoco lo hizo cuando Brozovic fusiló a Lloris y el francés sacó una mano sensacional pegada al palo. El Tottenham había ganado una vida más y le quedaban catorce minutos para aprovecharlo.
Le sobró alguno. Con 10 minutos por jugar, Sissoko se internó en el área, sorprendido por la pasividad de la defensa italiana, y cedió el balón a Alli en el punto de penalti. El inglés dio una vuelta sobre sí mismo y, generoso, se lo pasó a Eriksen, que llegó desde atrás para firmar el 1-0 e impulsar al Tottenham. Ahora le tocará aprovechar esa última vida en el escenario más complicado posible, el Camp Nou. Pero mientras exista la posibilidad del milagro, tendrán que aferrarse a él.