Baltasar lleva toda la vida picando hielo a 5000 metros de altura. Antes había 40 como él. Ahora se ha convertido en el último hielero del Chimborazo. Allí, en medio del frío y con la única compañía de las llamas arranca trozos de hielo más grandes que su metro cincuenta de altura. Para que no se derritan, los ata con paja que le sirve de aislante y después los carga en sus tres mulas.

Comienza entonces un viaje de cuatro horas hasta el mercado. Allí vende la mercancía consciente de que su hielo es diferente. Asegura que "es dulce, tiene vitamina para el hueso". Pero no es suficiente, recibe muy poco dinero a cambio.

"Por la aparición de la nevera, el congelador, la refregeradora, ha dejado esto de ser muy util". Así que Baltasar ve resignado que la tradición de los hieleros peligra cada vez más. Asegura que "las personas no extrañan algo hasta que sea acaba del todo". Y no solo eso, también se acaba el hielo. El Chimborazo pierde 70 centímetros de cobertura glaciar al año.