ÚLTIMA HORA

Decenas de heridos en un grave accidente en la estación de Astún (Huesca) al caer un telesilla

Turismo de guerra

Así fueron las rutas turísticas que Franco organizó en plena Guerra Civil para atraer divisas y difundir su propaganda

El régimen franquista diseñó cuatro rutas turísticas, pero solo se implementaron las del Norte y la Andaluza. La ruta del Norte, inaugurada en Irún el 1 de julio de 1938, mostraba pueblos arrasados y puntos estratégicos.

Folleto que las autoridades franquistas enviaron a agencias europeas

En medio de la devastación de la guerra civil española (1936-1939), el bando franquista organizó una iniciativa insólita y desconocida para muchos: rutas turísticas por el frente. Por apenas ocho libras esterlinas, visitantes internacionales podían disfrutar de un paquete que incluía transporte, alojamiento, comida y guías especializados que ofrecían su particular visión de los hechos. Bajo el lema de "hoteles de primera clase, golf, caza, pesca y nueve días en pensión completa", el régimen buscaba atraer divisas extranjeras y ampliar su propaganda en el extranjero.

Las rutas, promocionadas a través de folletos enviados a agencias europeas, vendían la experiencia como un viaje histórico comparable a escenarios bélicos icónicos como las Termópilas, Waterloo o Verdún. Pero en lugar de simples campos de batalla, los turistas recorrían paisajes españoles devastados, como Éibar, Amorebieta o Gernika, donde se señalaba a los republicanos como responsables de los destrozos.

Las rutas turísticas de la guerra

Aunque el plan inicial contemplaba cuatro grandes itinerarios (Norte, Aragón, Madrid y Andalucía), solo se implementaron las rutas del Norte y la Andaluza, junto a una tercera que recorría de Tui a Santander. La primera de ellas arrancó en Irún el 1 de julio de 1938, llevando a los turistas por pueblos arrasados y puntos estratégicos mientras se les ofrecía una versión controlada y sesgada de la guerra.

Los viajeros visitaban lugares simbólicos como Gernika, donde los guías justificaban los bombardeos franquistas mientras culpaban a los 'rojos'. Las visitas también incluían puntos turísticos más convencionales, como la catedral de Oviedo o las playas de Laredo, aunque siempre bajo una estricta vigilancia.

"Prácticamente, no se les dejaba interactuar con la población; tenían que ir controlados por el guía-intérprete", añade Carlos Larrínaga, Catedrático Universidad de Granada.

Un precedente único en la historia

Esta peculiar estrategia convirtió a España en el primer país en organizar visitas a campos de batalla en plena guerra. Más allá del impacto propagandístico, el turismo bélico franquista ha quedado como un testimonio de cómo la guerra se utilizó incluso como herramienta económica y política.

Un peregrinaje a la reconquista inolvidable que, pese a su polémica naturaleza, abrió un inusual capítulo en la historia del turismo internacional.