En los últimos días, diversas figuras han sido señaladas por las consecuencias de sus acciones en el pasado. De Cristóbal Colón a Miguel de Cervantes. No obstante, en torno al nazismo parece haber consenso: no se debe esgrimir ni una pizca de apología. Y, en buena parte, estos homenajes se han borrado de nuestro planeta. Pero fuera de él, a unos 384.000 km de distancia, la Luna hace tributo a dos asesores de Hitler. Tributo, eso sí, que tiene los días contados.

En la década de los 70, la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) planteó la bautización de dos cráteres de la Luna a nombre de Johannes Stark y Philipp Lenard. En aquel entonces, se les concebía como científicos brillantes que habían aportado un conocimiento muy valioso a la humanidad. Stark fue nombrado premio Nobel en Física en el año 1919, mientras que Lenard había recibido este galardón unos años antes, en 1905, por su trabajo con los rayos catódicos. Como explica a El País la presidenta del grupo encargado de dar nombre a los objetos planetarios, Rita Schulz, tan pronto como se supo que se le estaba rindiendo homenaje a nazis, "se inició el proceso de eliminación de sus nombres". Una votación que, según Schulz, se habría efectuado el pasado 10 de julio.

Ahora bien, el proceso para quitar el nombre de Stark y Lenard de los cráteres es más complejo de lo que parece. Como cuenta la presidenta del Grupo de Trabajo para la Nomenclatura Planetaria, estas cavidades no pueden estar sin denominación, puesto que "deben ser claramente identificables para estudios y publicaciones científicas".

Schulz relata también que la IAU tomó la decisión de nombrar así a los cráteres porque en la biografía de ambos físicos no constaba nada sobre su pasado nazi. No obstante, según Philip Ball, el hombre que informó a la IAU de este homenaje, la organización admite que sí había algo de información sobre este asunto en la biografía de Philipp Lenard, y lamenta que se obviara una parte tan importante de su vida.

Los científicos responsables de la "física aria"

Mientras que muchos científicos alemanes se vieron coaccionados por el régimen nazi en sus investigaciones durante la II Guerra Mundial, Stark y Lenard abrazaron la filosofía aria sin tapujos. Philip Ball explica en un artículo en la revista científica ‘Prospect’ que los físicos homenajeados despreciaban todos los avances realizados por investigadores judíos, Einstein incluido. "Celebraron a los nazis como regalos de Dios. Para ellos, en los tiempos antiguos las razas eran más puras, la gente era más grande y las mentes estaban menos engañadas", explica, y continúa: "Los dos lideraron ataques antisemitas contra Einstein en particular y luego presionaron a sus colegas para acelerar la expulsión de científicos no arios", asegura.

En realidad, pese a que Ball hubiera hablado directamente con la IAU, el aviso de que se estaba rindiendo tributo a nazis vino de otra persona. El divulgador relata que, de no ser por Mario Krenn, profesor de la Universidad de Toronto, estos cráteres mantendrían su nombre hasta a saber cuándo —curiosamente, descubrió el turbio pasado de estos individuos a raíz de un libro escrito por el propio Ball—.

Hans Eppinger: el otro científico nazi borrado por la IAU

En agosto de 2002, la Sociedad Internacional de la Luna supo del trabajo del Dr. Hans Eppinger (hasta entonces, un laureado médico) en el campo de concentración de Dachau, en Alemania. Ese mismo año se abrió una investigación con la IAU y se verificó que Eppinger había sido un criminal de guerra. Acto seguido, se borró su nombre del cráter.

A raíz de la investigación guiada por este grupo internacional, se supo que Eppinger realizó experimentos con prisioneros gitanos del campo de concentración alemán. Los informes de los testigos, citados en el artículo de la LunaSociety anterior, eran demoledores: estaban en una situación de deshidratación tan extrema que se les había visto lamer los suelos recién fregados "para obtener una gota de agua".

El cráter recibió este nombre en la misma década que el de Stark; es decir, en los años 70. Se trata de una formación de unos seis kilómetros de ancho ubicada al este de los Montes Riphaeus. Como puede suceder en los próximos días con el de sus homólogos físicos, el nombre de Eppinger fue súbitamente borrado —ahora se llama Euclides D—, en un ejercicio más por eliminar los homenajes a personas que, a pesar de contribuir a la ciencia, escribieron algunas de las páginas más negras de la historia de la humanidad.