Fatiga generalizada, cansancio, somnolencia diurna, irritabilidad, falta de apetito o dolor de cabeza... si sientes alguno de estos síntomas o todos ellos es probable que sufras astenia primaveral. Sin embargo, no existe una evidencia médica de su existencia, según explica Reme Navarro, farmacéutica y nutricionista de MiFarma: "Hay cierta controversia al respecto, ya que no es una patología, pero sí que se trata de un proceso de adaptación que surge con la llegada de la primavera. Además, aclara que estos síntomas físicos también derivan en los psicológicos "ya que, por ejemplo, el cansancio o la irritabilidad nos puede provocar alteraciones anímicas. No obstante, se trata de algo temporal que no suele durar más de 15 días".
La razón por la que se produce la astenia primaveral "está relacionada con el aumento de horas de luz del día, la subida de temperaturas, la humedad o la alergia al polen. Nuestro organismo necesita adaptarse a todos estos cambios que provocan la secreción de dos hormonas: melatonina y serotonina, las cuales nos pueden generar cierta inestabilidad emocional y física", señala Reme Navarro.
Esta sintomatología también puede darse con la llegada del otoño, "sin embargo, la primavera es la época que más cambios provoca en nuestro organismo ya que, además, es la temporada con más procesos alérgicos del año, por lo que los síntomas se pueden intensificar por esto".
Pero, ¿y por qué a algunas personas les afecta más que a otras? La farmacéutica y nutricionista de MiFarma indica que "los niños y ancianos son los más sensibles a estos cambios pero es muy común que la astenia primaveral aparezca en mujeres de edad media, con edades comprendidas entre los 20 y 40 años, así como en personas de más de 65 y en pacientes con enfermedades crónicas".
Consejos para que no nos afecte
Para sobrellevar la astenia primaveral lo primero que deberíamos hacer es anticiparnos al cambio de horario. Adaptar progresivamente nuestra rutina es muy importante. Y otras medidas que nos ayuden a evitar o mejorar esta situación son:
- Seguir una dieta equilibrada y variada abundante en frutas, ensaladas y verduras. No hay que olvidar añadir a la dieta farinácea, carne, pescado y huevo.
- Hacer cenas ligeras unas dos horas antes de irse a la cama para que la digestión no interfiera en el sueño.
- Realizar ejercicio físico para estar activo y descansar mejor por la noche, concluye Reme Navarro, farmacéutica y nutricionista de MiFarma.
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