La cifra anual de muertes ligadas al consumo de tabaco en el mundo se incrementará de los seis millones actuales a ocho millones de personas en 2030, y el 80% de esos fallecimientos se producirán en los países de bajos y medianos ingresos, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La primera conclusión del estudio es que los países más afectados por el consumo de tabaco son los de bajos y medianos ingresos, que serán los que pagarán un mayor precio para hacer frente a las enormes consecuencias económicas que se derivan de la adicción.
Otro aspecto que señala el texto son las consecuencias del consumo pasivo, tanto para las víctimas del mismo como para los sistemas públicos de salud, en muchos casos encargados de asumir el coste final de los tratamientos. Ante esa realidad, el informe aboga por que los gobiernos actúen de manera decidida e intervengan para evitar lo más que puedan el consumo de tabaco dado que el coste posterior que tendrán es enorme.
El informe insta a los ejecutivos a que inviertan más en campañas de información y prevención, pues queda claro que hay muchas personas, y en especial los jóvenes que no son conscientes de sus nefastas consecuencias.
De hecho, el estudio pone en evidencia que "la vasta mayoría de la población mundial todavía no está adecuadamente cubierta por estas intervenciones". Y cita, entre las más efectivas, pero no suficientemente usadas: altos niveles de impuestos al tabaco, políticas de espacios libres de humo, prohibición de la mercadotecnia del tabaco y campañas de información, entre otras.
El estudio señala que todos estos programas tienen un elevado "coste-efecto" dado que el retorno de su implementación es mucho mayor de lo que cuesta aplicarlos. El problema, según los autores del texto, es que pocos gobiernos revierten los impuestos recabados a través de la tasación a los productos de tabaco a aplicar otras intervenciones de prevención del consumo.
La OMS estima que en 2013-2014, los impuestos globales al tabaco generaron 269.000 millones de dólares de ingresos para los gobiernos, pero éstos sólo invirtieron 1.000 millones en el control del tabaquismo. El texto destaca, además, que el control del tabaco reduce las disparidades de salud entre ricos y pobres, dado que son los primeros los más afectados por el consumo y por lo tanto por el gasto.
"El consumo de tabaco contribuye a la pobreza, dado que las enfermedades causadas por el tabaco llevan a más gasto en salud y a ingresos reducidos". Asimismo, el estudio recuerda que se ha comprobado que los aumentos de precio tienen un impacto directo en la reducción del consumo entre los pobres.
Finalmente, el informe deja claro que el control del tabaco no perjudica a las economías, dado que el número de empleos de la industria tabaquera se ha reducido en los últimos años a causa de innovaciones tecnológicas, a la globalización y a las privatizaciones, y no a la lucha contra la adicción.
Hasta amenazas de muerte
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