La convivencia entre el sector ganadero y agrícola y las energías renovables es posible. Un ejemplo es la experiencia que se ha desarrollado durante décadas en el monte Forgoselo, en A Coruña. Allí, los molinos de viento llevan más de 20 años conviviendo con agricultores y ganaderos. Unos se benefician de otros en un equilibrio que supone uno de los principales retos de la transición energética.

El entorno es envidiable, el parque natural de los Fragas do Eume, entre los ayuntamientos de A Capela y Sano Sadurniño. Allí, el ganado pace a sus anchas en un territorio con 37 molinos de viento.

"La producción de energía equivaldría al consumo anual de unas 19.000 familias y evita la emisión de cerca de 9.000 toneladas de CO2 anuales", explica Francisco Castelos, responsable de la gestión técnica del Parque Monte Forgoselo de Iberdrola.

Gracias a las pistas forestales del parque eólico, pueden controlar las 350 vacas de la asociación de vecinos. Lo cuenta Alejandro Souto, gerente de la Asociación de vecinos del Monte Forgoselo, que señala la facilidad con la que ahora acceden a estos terrenos siempre, incluso con las nieves. Además, el parque eólico paga a las mancomunidades, vecinos o a los propietarios del monte un canon por usar sus tierras. "Reporta un beneficio económico para la asociación, una mejora de las instalaciones y tener la capacidad de seguir invirtiendo para mejorar", destaca Beatriz García, directora de la Asociación de Vecinos del Monte Forgoselo.

Para Castelos, también es una "manera de contribuir al desarrollo de la zona rural y ayudarla por ejemplo a fijar población". Aunque hubo recelos entre los vecinos con la instalación de este parque, 22 años después son muchos los que viven del viento. Y es que para Souto la relación de reciprocidad está clara. "La gente que trabaja en mantenimiento o en la subestación es gente casi siempre de la zona", explica destacando la importancia de que "miren para que los puestos de trabajo se queden aquí". Y mientras, las aspas siguen girando.

Energía renovable y descarbonización

Las fuentes de energía renovables son el camino para construir una economía descarbonizada. En 2021, de hecho, y según los datos de Red Eléctrica de España, estas tecnologías ya supusieron el 48,4% de la electricidad producida en el país. Un avance muy importante que va en la línea de las metas marcadas por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética aprobada en 2021, que ha fijado como objetivo que el sistema eléctrico genere el 74% de la energía con renovables en 2030 y, en 2050, alcanzar la descarbonización.

Para llegar a ese objetivo es necesario seguir apostando por el incremento de la capacidad productora de energías renovables. España es el país del mundo con más horas de sol de Europa, con más de 2.500 horas anuales. Algo muy beneficioso para la producción de energía fotovoltaica. También el viento es otro recurso abundante, tanto es así que la energía eólica supuso el año pasado el 23,3% de la energía consumida.

En la actualidad existen en España más de 62.000 instalaciones fotovoltaicas y casi 1.300 parques eólicos. Una cifra nada desdeñable, pero que aún no es suficiente para alimentar la demanda energética del país. El desarrollo de este tipo de tecnologías, pues, es crucial para seguir avanzando en la descarbonización del sistema eléctrico y también para reducir la dependencia de los combustibles fósiles como el gas.