Un premio, mil historias. Y cuando el premio se ha repartido más de 200 veces, muchas historias más. La de Sodeto es una de ellas, una de esas 'Historias extraordinarias' que Loterías y Apuestas del Estado ha convertido en anuncio, un 'spot' basado absolutamente en la realidad, en una de las miles de historias que elGordo de la Lotería de Navidad ha escrito a lo largo de tantos años. En 2022, los anuncios (que no el anuncio) se han dividido: la agencia Contrapunto BBDD, responsable de la creatividad, ha publicado tres 'spots' diferentes para televisión, quizás menos cargados de historias lacrimógenas como otros años, pero ha diversificado su trabajo para publicar también unaserie de anuncios en audio ahora convertidos en 'podcast'.

Lo cierto es que no es nueva la historia de Sodeto, aunque sí lo sea la manera de contarla. Corría el año 2011 cuando este pequeño pueblo de Huesca, de unos 200 habitantes, trataba de sobrellevar la última crisis económica, que había estallado tres años antes y que se sumó entonces a una gran sequía que provocó graves problemas en los cultivos de alfalfa, maíz y guisantes, de los que Sodeto sobrevivía.

Aquel año, salvo las penurias económicas, la vida transcurría su curso y la Asociación de Amas de Casa del pequeño pueblo oscense arrancaron el mes de diciembre como siempre: planificando una serie de visitas a todos los vecinos para repartir participaciones de la Lotería de Navidad, como habían hecho cada año. Cerca de 90 mujeres —una cifra considerable, teniendo en cuenta la población total de Sodeto— se afanaron en visitar, uno por uno, a todos los vecinos del pueblo para intercambiar esa papeleta por los cinco euros que valía.

La primera visita era crucial: la de la vivienda del vecino más anciano, también el más madrugador, que las esperaba preparando café para invitarlas. Por si acaso tenían tiempo. Pero no lo había, había muchos vecinos a los que visitar; uno por uno, repitiendo casas si el día que tocaba la visita no abría nadie la puerta. El día 19 de diciembre de 2011 ya habían repartido décimos a todos los vecinos. Y tres días después, a Sodeto le tocó el Gordo. "¡Es el nuestro!", gritaba la presidenta de la asociación, Olga, según relatan en el 'podcast' de Loterías y Apuestas del Estado.

Las mujeres de Sodeto lo habían logrado: habían convertido a todos los vecinos en algo más ricos, concretamente, en 100.000 euros más ricos cada uno. La historia de Sodeto dio la vuelta al mundo, hasta el punto de movilizar a varios periodistas del estadounidense 'The New York Times' a cruzar el charco. "¿Te comprarás un Jaguar?", le preguntaron a uno de los vecinos. "No lo quiero, me voy a comprar un tractor". A finales de enero el prestigioso periódico publicó un reportaje titulado 'In Spanish village everyone is a winner... almost': 'En un pueblo de España todo el mundo es ganador... casi'. Casi. Porque hubo un vecino que se quedó sin premio. Costis Mitsosakis, un cineasta griego afincado en Sodeto, no había comprado décimo. El itinerario de reparto de la Asociación de Amas de Casa de Sodeto no incluía su casa, ubicada a las afueras, en lo alto de una torre, y él no cayó en la cuenta.

No obstante, aunque no se llevó 100.000 euros como el resto de sus vecinos, el dinero de la Lotería de Navidad lo ayudó a financiar su propio proyecto, un documental precisamente sobre la historia del día en que a Sodeto le tocó la Lotería, 'Cuando tocó'.

Para celebrarlo, aquella Nochevieja el pueblo entero de Sodeto lo celebró por todo lo alto: hicieron una gran cena de gala, con su alfombra roja y sus luces, contrataron a una orquesta... Y desde ahí comenzó el cambio: el Ayuntamiento cedió una parte de las antiguas escuelas para que la Asociación de Amas de Casa pudieran seguir con sus actividades, y lo reformaron para convertirlo en un espacio más familiar donde recibir visitas, con cocina, lavandería, gimnasio y hasta sala multiusos.

Con el dinero del Gordo, las mujeres de Sodeto han financiado varios proyectos sociales, no sólo en su propio pueblo sino en la región a la que Sodeto pertenece. Y así lograron que el miedo en el que se habían instalado comenzara a disiparse.