Corría el año 2019 y el 22 de diciembre, el Teatro Real estaba abarrotado de personas, muchas de ellas ataviadas con sus disfraces de la suerte, para poder disfrutar del sorteo de la Lotería de Navidad. Apenas unos meses antes de que estallara la pandemia del Covid —de hecho, por aquel entonces el virus ya circulaba por el mundo, aunque todavía no se había dado la alerta—, los ojos estaban puestos en todos y cada uno de los detalles de lo que ocurría sobre el escenario del teatro, a la espera de poder señalar y decir: "¡Eh! ¡Aquí ha pasado algo!". En un evento tan protocolario como es el sorteo del 22 de diciembre, cualquier cosa que se salga de lo común llama la atención.
Aquel 2019 lo que llamó la atención fue el momento en el que uno de los trabajadores de Loterías y Apuestas del Estado parecía estar introduciendo algo en uno de los bombos, justo antes de que arrancara el sorteo. El comisario en cuestión apoyaba uno de sus puños —el de la mano izquierda— sobre el bombo, ayudaba con la otra mano a bajar la tolva y, sin abrir el puño, usa los dedos índice y pulgar de su mano derecha. Una vez que la tolva estaba en el bombo, abre la tapa y comienza la caída de bolas y es en este preciso instante donde la gente se alarma: la cámara capta cómo el comisario parece abrir la mano por detrás de la tolva. "Tongo" fue la palabra de aquel año. Pero ni tongo ni nada parecido.
En 2017, y también en 2015 —y probablemente se repita en 2022, o dentro de unos años tal vez—, una vez finalizado el sorteo empezó a circular un mensaje a través de grupos y chats de WhatsApp que aseguraba que SELAE devolvería la mitad del precio de los décimos no premiados durante una semana a causa de un "grave error" que habría ocurrido durante el sorteo: presuntamente Loterías y Apuestas del Estado habría dejado fuera del bombo grande un nada desdeñable total de 3.000 bolas, correspondientes a 3.000 de los 100.000 números que entran en sorteo cada 22 de diciembre. En 2015 eran 2.000 bolas las que habían faltado.
En realidad nunca faltaron bolas en el bombo. Y tampoco devolvieron 10 euros a los décimos no premiados —¡qué cantidad de dinero habría supuesto!—. Loterías y Apuestas del Estado definió este "bulo" más bien como una broma, y tiene cierto sentido si se tiene en cuenta que la mayor parte de las personas que compartieron esta "información" en sus redes sociales lo hicieron con un enlace (sospechoso a priori) que dirigía a un gif, una imagen en movimiento de Jack Nicholson levantando el dedo medio de su mano. Efectivamente, una broma, aunque no todo el mundo lo percibió como tal.
¿Por qué es tan difícil que esto ocurra?
Desde SELAE ya lo explicaron a laSexta en 2019: ni había movimientos extraños, ni existe tradición de meter arroz en el bombo (como también se dijo en aquel supuesto movimiento extraño) ni es posible que falten bolas en el bombo. ¿Por qué? Porque Loterías y Apuestas del Estado tiene un más que estricto protocolo de seguridad con respecto al sorteo de la Lotería de Navidad. En primer lugar, hasta el día del sorteo, los bombos descansan en un almacén, bajo llave y custodiados por varios guardias de seguridad. Días antes del 22 de diciembre, se desprecintan las 100.000 bolas de los números y las 1.807 bolas de los premios, todas ellas fabricadas en madera de boj, con los números grabados con láser y exactamente el mismo peso y tamaño: tres gramos, 18,8 milímetros.
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Pero para haber llegado a este punto ya se habría pasado por una primera revisión de las bolas de los números: tiempo después del sorteo de 2022 se comenzó el proceso para este año, en el que se clasifican las bolas de los números por millares de manera tradicional y sí, manual, una a una, del mismo modo que se hacía cunado se empezó a celebrar este sorteo hace más de 200 años. Este proceso de revisión inicial dura varios meses. En verano, más o menos, se realiza una revisión bola a bola; en la siguiente estación, ya en otoño, se realiza una segunda revisión; si en alguna de ambas se detecta algún defecto, se procede a sustituir la bola defectuosa por una nueva, fabricada exactamente de la misma manera.
Semanas antes del sorteo se procede a otra revisión, auditada por una unidad diferente, y es después de ésta cuando las bolas se precintan, una vez que han pasado ya al menos tres revisiones. El día 21 de diciembre, último día de examen: en la víspera del sorteo se vuelven a contar las bolas de premios y números, que se van colocando en las liras y que, finalmente, se cuelgan del paraguas. Cuando este proceso ha finalizado, todo queda cerrado bajo llave y el salón con las bolas, absolutamente desalojado. Solo tres personas tienen acceso a este salón, los 'claveros', encargados de la custodia de las bolas. Finalmente, el día 22 de diciembre a primerísima hora, las bolas se transportan de la tolva hasta el bombo a la vista de todo el mundo, bajo el ojo de varias cámaras.
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