A estas alturas sigue habiendo muchas dudas con respecto al uso correcto de mascarillas. Esto es un problema porque usar mal una mascarilla incrementa el riesgo de contagio, primero porque es un objeto que va a la cara y ahí están las vías principales de entrada del virus, y segundo, porque llevar una mascarilla inadecuada da una falsa sensación de seguridad. Por eso desde las autoridades sanitarias se recomienda seguir una estrategia integral: mascarilla, distanciamiento e higiene de manos.

Responsabilidad individual significa cumplir con estas tres normas. Desgraciadamente no siempre es posible. Los contagios se están disparando en entornos en los que estas medidas no se cumplen. Empezando por el descontrol del ocio nocturno, y terminando por la viga en el ojo: permitiendo unas condiciones laborales en las que los trabajadores están muy expuestos al contagio.

En nuestra mano está demandar mejoras en la prevención de riesgos, tanto a las empresas como a las administraciones, y actuar en nuestra parcela privada de la mejor manera posible. Para ello he reunido las dudas más frecuentes y los errores más comunes con respecto al uso de mascarillas.

Las mascarillas no reutilizables no se deben desinfectar

Las mascarillas no reutilizables son las quirúrgicas y las tipo FFP2 (N95 o KN95). Ninguna de estas mascarillas se debe desinfectar. Las autoridades sanitarias, tras revisar toda la evidencia científica, han concluido que «el calor, el alcohol, la irradiación con microondas y el uso de agua y jabón causa una degradación sustancial del filtro». Es decir, estas técnicas de desinfección comprometen la eficacia de las mascarillas.

Desde la ciencia de materiales esto era fácilmente predecible. Los materiales con los que se fabrican estas mascarillas son polímeros como el polipropileno, el poliestireno o el nylon, tratados con parafinas o siliconas que median su inercia química hacia el agua. Están dispuestos en forma de fibras prensadas, lo que se conoce como TNT (tejido no tejido). Estas fibras están enlazadas entre sí por medio de enlaces químicos débiles, sensibles a los cambios de temperatura, humedad y pH. Sustancias deshidratantes como los alcoholes y de pH elevado como jabones y detergentes son capaces de romper estos enlaces.

A esto hay que sumarle otra cualidad química de los fluidos: la tensión superficial. Las gotas en las que viaja el coronavirus están formadas por agua. Las moléculas de agua están unidas a través de fuerzas intermoleculares. Las que quedan en la superficie, como no tienen a quién unirse, se unen más fuertemente entre sí generando una especie de membrana superficial. A este fenómeno le llamamos tensión superficial, y es el responsable de que haya insectos capaces de caminar sobre el agua, o que el agua se quede sobre una superficie en forma de gota, o que sea incapaz de atravesar ciertos materiales, como los TNT de las mascarillas.

Hay sustancias como los alcoholes o los tensioactivos que contienen los jabones y detergentes que rebajan la tensión superficial del agua. De hecho, este es su cometido en los productos de limpieza, ya que así facilitan la difusión del agua a través de los tejidos. Lo que para lavar la ropa es una bendición, para una mascarilla es su peor pesadilla. Si añadimos alcohol o detergente, el agua fluye a través de la mascarilla con facilidad. Lo puedes ver en esta demostración. Es decir, las gotitas que contienen virus también atravesarían la mascarilla con facilidad. Cualquier resto de detergente o alcohol causaría este efecto.

Es cierto que se están estudiando alternativas de desinfección para mascarillas de uso sanitario, sobre todo por si hemos de enfrentarnos a un nuevo periodo de desabastecimiento. Esto no se debe confundir con lo que cada uno de nosotros debemos hacer con las mascarillas en casa; así que no trates de desinfectarlas ni de prolongar su uso. Ni alcohol, ni calor, ni detergentes, ni microondas, ni vapor. Las autoridades sanitarias las desaconsejan todas.

Las únicas mascarillas lavables son las higiénicas reutilizables que cumplen la UNE 0065 y se lavan así

Las únicas mascarillas que se pueden lavar son las higiénicas reutilizables. Estas mascarillas se hacen con unos materiales poliméricos concretos que mantienen su eficacia filtrante tras al menos cinco lavados. Esto se verifica a través de los ensayos de respirabilidad y filtración establecidos en la norma UNE 0065. Hay mascarillas higiénicas que han certificado incluso más de 10 lavados de resistencia. El número de lavados que resisten manteniendo las garantías originales es una información que debe figurar en el etiquetado, así como la eficacia de filtración bacteriana (BFE) ≥ 90% y respirabilidad <60 Pa/cm2, la UNE 0065 y el organismo certificador.

Según el Ministerio de Sanidad, hay dos opciones para lavar una mascarilla reutilizable:

a. Lavado en ciclo normal de lavadora a 60ºC con detergente. El detergente es el que se encarga de "disolver" el coronavirus. Esto junto a la elevada temperatura garantiza la destrucción de otros microorganismos, patógenos, contaminantes y materia orgánica proveniente del sudor y la saliva. Se puede aprovechar la colada de ropa de cama y de toallas para lavar estas mascarillas.

b. Sumergir las mascarillas en una disolución de lejía en agua fría durante unos 30 minutos. La disolución de lejía debe contener 30 ml de lejía comercial por litro, lo que equivale a dos cucharadas soperas bien colmadas de lejía. En lugar de lejía también se pueden tratar con cualquier virucida autorizado específico para uso textil siguiendo las instrucciones del fabricante. Después hay que aclarar con abundante agua y/o lavar con jabón para eliminar cualquier resto de producto y dejar secar al aire. No se debe secar en secadora.

Ninguna mascarilla debe utilizarse más tiempo del recomendado

Las mascarillas quirúrgicas e higiénicas deben utilizarse un máximo de 4 horas. Este tiempo no es acumulable. Es decir, no se pueden usar una hora el lunes, dos el martes y otra el miércoles. Las cuatro horas han de ser seguidas, o al menos dentro del mismo día. No hagas con tu mascarilla algo que no harías con tu ropa interior.

La evidencia científica nos muestra que la eficacia filtrante de las mascarillas disminuye tras cuatro horas de uso, de ahí la recomendación. La acumulación de humedad, contaminantes y microorganismos compromete la eficacia de la mascarilla, por eso tras cuatro horas hay que cambiar la quirúrgica por una nueva, y la higiénica reutilizable echarla a lavar y cambiarla por otra limpia.

Cada vez que tengamos que retirarnos la mascarilla, debemos hacerlo con las manos limpias y tocando solo las cintas. Debemos guardarla en un ambiente aireado, como por ejemplo un sobre de papel, siempre evitando que la zona que va en contacto con la cara pueda entrar en contacto con cualquier superficie.

Hay que tener en cuenta que la mascarilla va en contacto con la piel, por lo que se va cargando de los microorganismos que pueblan nuestro cuerpo: el microbioma. En una piel sana, el microbioma es un ecosistema en equilibrio fundamental para el buen funcionamiento de la piel. Si este equilibrio se rompe, lo que en biología llamamos «disbiosis», podemos agravar patologías como dermatitis, acné, rosácea, psoriasis… Los microorganismos que acaban en la mascarilla crecen de forma descontrolada, en un ambiente que es favorable a muchos patógenos: humedad, calor y materia orgánica en descomposición que proviene del sudor y la saliva. La mascarilla es un caldo de cultivo ideal para hongos y bacterias, por eso jamás se debe estirar el uso de una mascarilla. Muchos de los brotes de acné que algunas personas están sufriendo en la actualidad se podrían prevenir si se cumpliese estrictamente con los tiempos de renovación de la mascarilla. Si la mascarilla se renueva cada 4 horas, los microorganismos no tienen tiempo para crecer en ella. Así que, si cambiamos la mascarilla cada cuatro horas, su uso es seguro, también para la salud de la piel.

Cuidado con las mascarillas falsas, las caseras y las de ciencia ficción

La recomendación es sencilla: no se deben utilizar mascarillas sin homologar. Las quirúrgicas deben cumplir la EN 149, y las higiénicas la UNE 0064 si son de un solo uso, y la UNE 0065 si son lavables. Que una mascarilla esté homologada significa que se ha medido su eficacia y el tiempo de uso que mantiene esa eficacia. Si no se ha medido nada, no tenemos garantías.

Como las mascarillas son un producto de venta libre, lo mejor que podemos hacer para asegurarnos de que lo que compramos es correcto, debemos adquirirlo en puntos de venta de confianza.

Recientemente se ha publicado una lista de mascarillas "no conformes". Estas masacrillas no cumplen con lo que especifican. La mayoría son KN95. Estas mascarillas cumplen estándares similares a las FFP2 españolas o las N95 americanas. Desgraciadamente se han colado en el mercado español algunas mascarillas KN95 falsas, que no cumplen con lo que deberían. Aquí tienes la lista, por si quieres comprobar que las que tienes están o no en ella. La mejor forma de sortear las mascarillas KN95 falsas es comprarlas en establecimientos con garantías como las farmacias. Primero porque habrán sido adquiridas por profesionales sanitarios, y segundo porque los mayoristas que proveen a las farmacias trabajan con distribuidores habituales de productos sanitarios.

Ahora también hay que tener cuidado con las mascarillas de ciencia ficción. Si prometen que "matan virus" o algo similar, hay que estar alerta. La mejor garantía es siempre una homologación, ya sea la de la quirúrgica o la de las higiénicas. Sabemos que el coronavirus tiene un tiempo de vida medio de dos días en la mayoría de los tejidos. En los polímeros con los que se fabrican las mascarillas, el tiempo es mucho menor, pudiendo quedar reducido a horas. Algunos fabricantes de mascarillas han hecho un ensayo de persistencia en sus mascarillas para medir el tiempo que el virus tarda en inactivarse, obteniendo resultados muy buenos, incluso de tan solo una hora. Es una buena noticia, pero si esto no va unido a una homologación en eficacia filtrante y respirabilidad, de poco vale. Si el virus se inactiva en una hora, pero es capaz de atravesar la mascarilla, no serviría de nada.

Se puede hacer deporte con mascarilla. No reducen el oxígeno.

La normativa sobre el uso de mascarillas al hacer deporte es diferente entre comunidades autónomas, pero la evidencia científica es la misma. Al respirar de forma agitada se reduce el tamaño de las gotas que se expulsan, por lo que la proyección es mayor. Por eso es aconsejable mantener más distancia entre deportistas. Y además usar mascarilla.

Lo que de momento no se sabe es si las gotas de menor tamaño o aerosoles tienen capacidad infectiva, por eso la OMS no lo descarta como posible vía de contagio.

Lo que sí se sabe es que las mascarillas no causan hipoxia, es decir, el oxígeno y el dióxido de carbono circulan a través de las mascarillas. Es una cuestión de tamaño: las mascarillas retienen partículas (como muchas bacterias y virus en la escala miscroscópica), pero no retienen gases.

No se debe confundir la sensación de agobio con la hipoxia. Los sanitarios llevan mascarilla horas y horas y no se asfixian. Esto es un hecho, pero es que además se ha medido: el aire entra y sale de la mascarilla con menos presión, pero el caudal de aire de entrada y salida es el mismo con y sin mascarilla. Es decir, entra y sale la misma proporción de oxígeno.

Hace falta más ciencia y más divulgación

Cinco meses después de que se declarase la pandemia de COVID-19 hay que seguir haciendo pedagogía sobre el uso correcto de mascarillas. En los territorios en los que no se acostumbra a usar mascarillas esto era lo esperable. Además de la escasez que sufrimos desde marzo por la que se priorizaba a sanitarios y personas de riesgo, y la limitada evidencia científica sobre la eficacia de las mascarillas en la prevención de contagios en comparación con otras medidas como el distanciamiento y la higiene, había que sumarle esto: si nunca has usado una mascarilla lo normal es que cometas muchos errores.

Seguimos haciendo balance entre riesgos y beneficios. Así es cómo funciona la ciencia, y por eso a los legos les parece que las autoridades sanitarias cambian de criterio sin ton ni son. Ni mucho menos. Hay que adaptarse a las circunstancias, a los recursos disponibles e ir encajando las nuevas evidencias científicas. Cuando no se sabe lo suficiente sobre algo, lo cómodo es creer en conspiraciones y participar del circo.

Para que el uso de mascarilla sea realmente efectivo, hay que usarlas correctamente. Es la típica cosa que en teoría parece muy fácil, pero luego sales a la calle y te das una bofetada de realidad.

La desinformación lo complica todo. Ahora me resulta simbólico aquello que se decía de las mascarillas de tela caseras: "mejor algo que nada". Qué ruina. No, no vale un poco de distancia, unas pocas medidas, unas mascarillas que filtren un poco, unos pocos controles, unos pocos brotes, unas pocas personas trabajando en condiciones indignas. No valen las medias tintas. En una pandemia nos la jugamos al todo o nada.