Salgo a pasear a diario desde que está permitido. Comparto la calle con otras personas que corren y andan en bicicleta. Escojo lugares poco concurridos a menos de un kilómetro de distancia de mi casa. No voy al centro. Ni he ido todavía a las playas principales de la ciudad. Como yo, miles de personas escogemos el itinerario del paseo asumiendo el compromiso entre lo que se debe y lo que se quiere, atendiendo a las limitaciones sobrevenidas y a la responsabilidad individual. Si sé que no podré pasear manteniendo la distancia de seguridad, no voy. Ni siquiera con mascarilla. Aun así, y a pesar de las precauciones y de los dos metros de distancia de seguridad, todos los días me he cruzado con personas haciendo ejercicio y he inhalado la estela de su respiración. Esto lo sé no porque lo haya sentido, sino porque se ha medido. Al correr y al andar en bicicleta, las gotículas que se exhalan viajan más allá de los dos metros.

Al estornudar, toser, hablar, gritar y exhalar emitimos microgotas que actúan como vehículos del nuevo coronavirus. Si otra persona está demasiado cerca puede inhalar estas gotas, invisibles a simple vista. También por acción de la gravedad estas gotas acaban depositándose sobre la ropa y los objetos. Si alguien los toca y luego se lleva las manos a la cara puede contagiarse. Por eso las autoridades sanitarias, entre ellas la Organización Mundial de la Salud, han establecido una distancia de seguridad interpersonal de al menos 1,5 m. En España la recomendación es mantener una distancia de 2 m. Esta medida está fundamentada en diferentes estudios científicos. Estudios sobre la proyección de gotículas, sobre la efectividad de las medidas de prevención frente a gotas y aerosoles portadores de virus, y sobre el tamaño que llegan a alcanzar esas gotículas y aerosoles que contienen diferentes coronavirus.

Sin embargo, la distancia de seguridad se ha definido para personas que están quietas una delante de la otra. No se han considerado los efectos aerodinámicos derivados del movimiento, como caminar, correr o andar en bicicleta.

Recientemente se ha publicado un estudio realizado por ingenieros civiles, mecánicos y aeronáuticos de las universidades de Leuven (Bélgica) y Eindhoven (Holanda) para analizar el impacto del movimiento en la dispersión de gotículas portadoras de virus. El estudio lo hicieron a través de una simulación computacional de dinámica de fluidos (CFD), analizando diferentes configuraciones entre personas (una al lado de la otra, en línea, escalonadas…) moviéndose a diferentes velocidades. En el estudio no se consideró la variable del viento, que obviamente contribuiría a una mayor dispersión.

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Hay dos hallazgos importantes que podemos extraer de este estudio. El primero es que las gotas comprendidas en el rango de las 40 – 200 micras exhaladas por una persona en movimiento se arrastran principalmente en la corriente de desplazamiento (estela) detrás de esta persona. El segundo hallazgo es que, en ausencia de viento fuerte, la distancia interpersonal de seguridad para caminar, correr o andar en bicicleta puede seguir siendo de 2 m siempre y cuando las dos personas avancen en paralelo, una al lado de la otra. Sin embargo, si una persona se coloca en la corriente de desplazamiento (o estela) de otra, queda expuesta a las gotículas de la persona que lleva delante. Por eso las distancias de seguridad interpersonal deben ser mayores: 5 m para caminar rápido (4 km/h), 10 m para correr (14,4 km/h) y 20 m para ciclismo (30 km/h). A mayor velocidad del movimiento, mayor es la dispersión y el alcance de la estela, por lo que la distancia de seguridad interpersonal también debería ser mayor y garantizarse de algún modo.

Aplicando esto a la realidad, los deportistas deberían mantener grandes distancias de seguridad cuando se colocan unos tras otros. También en los adelantamientos. Con mantener una distancia lateral de 2 m es suficiente, pero delante y detrás deberá ser de 10 m para corredores y de 20 m para ciclistas, para que nadie quede inmerso en la estela del de delante.

Si todos estamos mezclados, paseantes y deportistas, sin espacio suficiente entre nosotros ni zonas delimitadas, apelar a la solidaridad y a la responsabilidad individual de los deportistas para mantener estas distancias podría quedarse en un anhelo imposible de llevar a cabo.

La ciencia requiere unos tiempos que no se corresponden con la urgencia de la pandemia

No hay ninguna recomendación de carácter oficial de separar a paseantes de deportistas. Aunque los estudios indiquen que hay que garantizar distancias superiores a los 2 m, lo cierto es que el estudio más relevante sobre distancias de seguridad interpersonal ni siquiera ha sido revisado por pares.

Una de las cualidades del sistema de la ciencia es que todos los estudios científicos son revisados por otros investigadores del mismo campo o campos afines. A esto se le llama «revisión por pares». De esa manera se garantiza la calidad del trabajo científico. No obstante, la urgencia que requiere una pandemia como esta no entiende de tiempos. Por eso los autores del estudio decidieron publicarlo en abierto antes de ser revisado por pares. Si hubiesen seguido el procedimiento normal, primero escribirían una propuesta de investigación y, con suerte, recibirían la financiación para realizar el estudio dentro de un año. Luego se haría el estudio, lo que podría llevar meses, y a continuación se enviaría a alguna revista y a revisar por pares. El periodo de revisión, siendo optimistas, podría sumar otros seis meses. Con todo, si hubiesen seguido los cauces habituales del sistema científico, el artículo no se publicaría hasta dentro de un año y medio.

Los investigadores decidieron compartir sus resultados apelando a la ética y a la urgencia de la situación. Hemos empezado la "desescalada", así que este tipo de estudios deben salir a la luz y deben ser tenidos en cuenta tanto por la comunidad científica como por los dirigentes.

Si el estudio tratase sobre algún medicamento, terapia, o producto sanitario, las consecuencias de saltarse el sistema de la ciencia y hacer públicas las conclusiones de un estudio sin revisión por pares podrían ser gravísimas. No es el caso. No hay conclusiones médicas, virológicas ni epidemiológicas en este estudio. Ni siquiera en las conclusiones se da ningún tipo de recomendación sanitaria.

Cómo aplicar la evidencia científica a las medidas de la desescalada

El BOE publicado el 3 mayo de 2020 por el Ministerio de Sanidad relativo a la actividad deportiva profesional y federada dice que, «con carácter general, la distancia de seguridad interpersonal será de dos metros, salvo en la utilización de bicicletas, patines u otro tipo de implementos similares, en cuyo caso será de diez metros». Esta recomendación también debería considerarse para los deportistas aficionados. Los paseantes coincidimos en tiempo y lugar con los deportistas, de modo que cada vez que un corredor o un ciclista se cruza delante de mí en mi barrio, su estela me alcanza.

Paseo marítimo de A Coruña 2/5/2020. Imagen: Silcerino

En una ciudad como A Coruña, con una densidad poblacional de unos 6.500 habitantes/km2, esto se puede gestionar con ganas e ingenio. De hecho, se han habilitado varios carriles de la carretera del paseo marítimo para uso deportivo. De esa manera, el paseo marítimo queda reservado a los paseantes. Deportistas en el asfalto y paseantes en la acera. Es una buena idea.

Ahora que el tráfico es tan limitado, esta es una buena solución. No obstante, ciudades con una densidad de población mayor, como Barcelona o Madrid, no han delimitado zonas para unos y otros. Desde luego no será fácil. Y tampoco sé si sería posible.

Otra de las medidas que se han implantado es que el uso de mascarillas quirúrgicas es obligatorio en el transporte público porque no siempre es posible mantener la distancia de seguridad. Es importante recordar que las mascarillas quirúrgicas evitan que contagiemos a los demás, pero no nos protegen a nosotros. Las mascarillas quirúrgicas actúan como una barrera que minimiza la proyección de gotículas. Impiden en gran medida que las gotículas se dispersen al hablar, toser, estornudar o respirar de forma agitada; pero si alguien hace esto cerca de nosotros, la mascarilla quirúrgica no nos protege de inhalar el virus. Es una cuestión de tamaño. Por eso aunque llevemos mascarilla, debemos seguir respetando la distancia de seguridad.

La pregunta ahora sería si las personas que hacen deporte entremezcladas con los paseantes deberían llevar mascarilla quirúrgica. Se minimizaría el alcance de la estela de gotículas que los deportistas dejan tras de sí. Aunque no sabemos cuánto porque esto todavía no se ha estudiado. El problema de esta medida sería que las mascarillas tienen una respirabilidad limitada y esto puede resultar poco seguro para hacer ejercicio. Por eso, en vista de la evidencia científica, la opción de delimitar zonas de deporte y paseo podría ser la elección menos mala de todas las posibles.

Idealmente, sería necesaria la revisión por pares de este estudio, y también sería conveniente realizar más estudios que tuviesen en cuenta más variables. Esto llevará tiempo, y precisamente eso es lo que no tenemos. No obstante, sí sería útil contar con más evidencia científica para gestionar mejor los repuntes de esta pandemia y las epidemias futuras.