Es imposible hacer una lista que incluya todas las mezclas posibles entre productos de limpieza porque hay cientos de productos diferentes en el mercado, con composiciones de lo más diversa. Incluso los productos con nombres genéricos (detergente, desatascador, desinfectante, etc.) pueden tener composiciones muy diferentes, en algunos casos con una naturaleza química opuesta. Por ejemplo, hay desatascadores de tuberías formulados con oxidantes, otros con bases fuertes y otros con tensioactivos, así que es imposible generalizar. Por esa razón, el consejo que doy siempre como química es que, si no tienes conocimientos profundos de química, no te la juegues. Como norma general, no se deben mezclar productos de limpieza entre sí, ni con sustancias domésticas habituales como el vinagre, el agua oxigenada, la laca o el bicarbonato, y tampoco se deben mezclar con agua caliente. Lo menos grave que puede pasar con estas mezclas es que unas sustancias anulen las propiedades de las otras, y lo más grave es que la mezcla tenga riesgo de explosión o se produzcan vapores tóxicos.

En España contamos desde 1957 con el CED, el Comité Español de la Detergencia, Tensioactivos y Afines, del que forman parte asociaciones, centros de investigación y empresas que desarrollan y distribuyen productos de limpieza y relacionados. Todos los años el sector de la detergencia presenta productos e ingredientes nuevos, algo que podemos comprobar en los lineales de las tiendas. Cada vez contamos con productos más específicos, y también más eficaces, económicos y seguros. Con esto quiero destacar que hay miles de científicos dedicados a desarrollar esta clase de productos, así que es muy improbable que una mezcla casera vaya a ofrecer mejores resultados que un producto formulado por expertos. También es improbable que los inventos caseros sean más sostenibles o económicos que los que nos ofrece el mercado. Resistirse a utilizar productos de limpieza desarrollados por científicos es en realidad una forma de oposición a la ciencia, al bienestar y al progreso.

Los productos de limpieza tienen composiciones muy diversas, por eso se suelen nombrar en función de su uso y no tanto de sus ingredientes. Los hay con oxidantes, reductores, ácidos, bases, tensioactivos aniónicos, catiónicos, no iónicos, detergentes zwitteriones, quelantes, enzimas, etc. Apenas ninguno contiene una única sustancia, por eso es casi imposible hacer una lista general sobre las mezclas más peligrosas. No obstante, desde el inicio de la pandemia se ha producido un repunte de consultas al Servicio de Información Toxicológica (SIT) por culpa de intoxicaciones provocadas por mezclar productos de limpieza o usarlos de forma indebida, así que a continuación voy a compartir las más habituales y una breve explicación de sus peligros:

Amoniaco y lejía

La lejía es una disolución de hipoclorito de sodio que se comercializa concentrada al 3% o 6%. Se suele usar como desinfectante por su gran poder oxidante. El amoniaco se comercializa como disolución al 5% o 10% de hidróxido de amonio y se suele usar como desengrasante y quitamanchas. La mezcla de estas dos sustancias conduce a la formación de un gas de cloramina. Es un gas tóxico por inhalación, que puede quemar las vías respiratorias, las mucosas y los ojos y producir asfixia. Esta es una de las mezclas domésticas más peligrosas y que más vidas ha costado. Los dos productos son habituales en todas las casas, y además el gas que se desprenden con la mezcla recuerda al "olor a limpio" de las piscinas, por lo que es difícil identificar el peligro antes de que sea demasiado tarde.

Vinagre y lejía

La lejía es una disolución de hipoclorito de sodio que se va descomponiendo lentamente. Las reacciones de descomposición son variadas. Puede dar lugar a cloruro sódico y oxígeno, desproporcionar a cloruro y clorato, e incluso liberar cloro gas, que es la reacción más peligrosa. Al mezclar lejía con vinagre, que no es más que una disolución de ácido acético, se produce gas cloro. Este gas produce quemaduras en las mucosas, los ojos y las vías respiratorias.

Lejía y agua caliente

A partir de 30 °C la lejía comienza a descomponerse liberando gas cloro, que es un compuesto tóxico, corrosivo e irritante, por eso jamás se debe mezclar con agua caliente. Además, hace que la lejía pierda capacidad desinfectante, algo que resulta contraintuitivo.

Como consejo general, jamás se debe usar agua caliente con ningún producto de limpieza –excepto aquellos cuyas instrucciones indiquen lo contrario, como algunos detergentes para la ropa o algunos desatascadores–. El agua caliente puede acelerar reacciones de descomposición, como en el caso de la lejía, y puede volatilizar sustancias tóxicas, aumentando el riesgo por inhalación.

Lejía y alcohol

El alcohol que suele haber en casa es una disolución de etanol en agua. Este compuestos puede reaccionar con el hipoclorito de la lejía dando lugar a la formación de ácido clorhídrico y cloroformo, dos sustancias sumamente tóxicas. Pueden quemar los ojos, la piel, las vías respiratorias e incluso llegar a causar daños en los riñones y en el sistema nervioso.

Lejía y agua oxigenada

El agua oxigenada que suele haber en casa es una disolución de peróxido de hidrógeno en agua, que es una sustancia oxidante. Este compuesto puede reaccionar con el hipoclorito de la lejía dando lugar a la formación de cloratos y percloratos, en una serie de reacciones químicas exotérmicas, que desprenden calor. El aumento de la temperatura y la formación de estos compuestos acarrea un elevado riesgo de explosión.

Vinagre y agua oxigenada

El peróxido de hidrógeno del agua oxigenada y el hipoclorito de sodio de la lejía pueden reaccionar formando ácido peracético que es una sustancia oxidante e irritante que puede dañar la piel, los ojos y el sistema respiratorio.

Lejía y casi cualquier producto de limpieza

Muchos productos de limpieza contienen aminas cuaternarias o amoniaco, como lavavajillas, limpiacristales, quitagrasas o limpiadores de baño. Su mezcla con lejía puede producir desde cloraminas hasta cloro puro, ambos gases tóxicos, corrosivos e irritantes.

Vinagre y bicarbonato

El bicarbonato se suele tener en casa en forma de polvo puro. Y el vinagre puede ser el vinagre de limpieza o el vinagre de uso alimentario, en ambos casos son disoluciones que contienen ácido acético. El ácido acético reacciona con el bicarbonato en una reacción de neutralización ácido-base que produce acetato de sodio y ácido carbónico que se desprende como burbujas de dióxido de carbono. La reacción química es muy aparente, pero no tiene poder de desinfección, ya que las dos sustancias se neutralizan entre sí.

Esta mezcla es popular como desincrustante y para eliminar manchas de los zapatos de loneta, algo que funciona relativamente bien porque la reacción química produce calor y el gas que se desprende es ligeramente oxidante. Sin embargo, hay productos de limpieza mucho más efectivos, sostenible y económicos que esta mezcla casera. Y sobre todo más seguros: si esta mezcla se realiza en un recipiente cerrado, el calentamiento y la formación de gases puede provocar una explosión.

Lacas o insecticidas

No se deben usar estos productos en aerosol como productos de limpieza. Ambos contienen disolventes y propelentes que entran dentro de la categoría de compuestos orgánicos volátiles (COV), es decir, hidrocarburos a presión que se liberan como gases. Por su naturaleza química, estos compuestos pueden eliminar manchas de tinta, pintura o pegamento, ya que actúan como disolventes orgánicos. No obstante, los gases que se liberan son inflamables y extremadamente tóxicos, tanto para la salud humana como para el medioambiente.

Salfumán y sosa caústica con casi cualquier producto

El salfumán, también conocido como agua fuerte, es una disolución de ácido clorhídrico. Es un ácido fuerte que por sí solo desprende un vapor de cloruro de hidrógeno, un gas corrosivo y muy irritante que solo se debería manejar en espacios muy bien ventilados y con ropa, guantes y gafas de seguridad. Al ser un ácido fuerte clorado, reacciona químicamente con casi cualquier ingrediente habitual de los productos de limpieza, siendo especialmente peligroso mezclarlo con bases (desde el bicarbonato hasta ingredientes presentes en quitamanchas, desatascadores, detergentes y jabones).

La sosa cáustica es un compuesto químicamente opuesto al salfumán. Se trata de un producto sólido, generalmente en polvo, escamas o lentejas de hidróxido de sodio puro. Es una base fuerte que al mezclarse con agua desprende mucho calor. Reacciona de forma violenta con las sustancias ácidas, por lo que hay riesgo de explosión y salpicadura al mezclarlo con casi cualquier producto de limpieza (desde el vinagre al salfumán).

Esta es solo una pequeña selección de mezclas peligrosas, pero la lista podría ser infinita. Por eso la conclusión es que los productos de limpieza solo se deben usar para lo que han sido diseñados, hay que respetar siempre las instrucciones del fabricante, y jamás se deben mezclar con otras sustancias, por muy inofensivas que parezcan, porque pueden producir reacciones químicas con consecuencias letales.

En caso de intoxicación accidental –picor, tos, náuseas, escozor, mareo, dolor de cabeza, somnolencia, dificultad para respirar o dolor de barriga, que son los síntomas más frecuentes– hay que llamar inmediatamente a emergencias (112) o al Servicio de Información Toxicológica (915620420).