Las caras de los migrantes lo dicen todo: por fin divisan tierra. Han llegado a Italia a bordo de uno de los barcos de rescate de las ONG en el Mediterráneo. Pero si Roma cumple su amenaza, muchas de esas organizaciones no podrán desembarcar allí. Sólo tendrán permiso para hacerlo las que naveguen bajo bandera italiana. El resto serían desviadas a otros países.

"Si nos piden ir a Francia son tres o cuatro días más de viaje. El problema es que los barcos llegan cargados con el doble de la capacidad que tienen y es impensable tener más de una semana a tanta gente en un barco como los nuestros", afirma Michele Traitini, coordinador de rescates de MSF.

Italia alega estar desbordada. Cree que el resto de países europeos no hace lo suficente y con el bloqueo de sus puertos quiere presionarles para que colaboren en la acogida de los migrantes. La Comisión Europea promete ayuda financiera para Italia e insta a los países a mover ficha. "Todos los Estados miembros tienen que cumplir y mostrar su solidaridad con Italia", dice Dimitris Avramopoulos, comisario europeo de Migración.

Hasta ahora, la norma sigue siendo la falta de voluntad. Lejos quedan las buenas intenciones proclamadas tras la muerte del pequeño Aylan. La reubicación de refugiados desde Grecia e Italia sigue produciéndose a cuentagotas. Sólo Malta ha cumplido su cuota de acogida, y Polonia, Hungría o República Checa no han recibido a ningún refugiado.

Los ministros del Interior europeos volverán a hablar del asunto la semana que viene, pero hace mucho ya que sobran las palabras y faltan hechos.