Uzbekistán, promesa de un gran viaje

Es un país desconocido para nosotros, su nombre parece sacado de un libro de fábulas y su sola pronunciación nos transporta a un destino en el que mil mundos antiguos nos van a seducir. Nos seducirá su dimensión territorial, de paisajes agrestes y sin domesticar, su cultura de pueblos nómadas pero de arraigadas costumbres y formas de vida dispares. Toda una tentación al transitar por una pequeña parte del recorrido de la Ruta de la Seda que debe su nombre a la mercancía más prestigiosa y demandada en la época, la seda, cuya fabricación era un secreto que sólo los chinos conocían. Antaño esta ruta atravesaba el país y sus ciudades eran utilizadas por los caravaneros que transportaban valiosas mercancías: piedras y metales preciosos, telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, vidrio, coral.. El intercambio fue la esencia de la Ruta de la Seda, pero no solamente circularon productos, también lo hicieron ideas, religiones y arte. Fue un caudal de conocimientos. Uzbekistán, es uno de sus tramos más legendarios, con ciudades como Samarkanda, Khiva, Bukhara cuyos nombres evocan leyendas de poetas, a Gengis Khan, al Imperio de Tamerlán, a poderosas arquitecturas que brillan con luz propia o a las caravanas de camellos cargadas de mercancías que caminan lentamente a través del desierto. Un país que comienza a superar el letargo de la época soviética y aunque ha cambiado mucho en los últimos años nos sorprende con sus joyas monumentales, de espléndidas mezquitas y escuelas coránicas, ciudades antiguas que son verdaderos museos al aire libre. Descubriremos sus bazares en los que destaca el olor a especias y el color de la seda junto a objetos llamativos como los gorros blancos y negros de los uzbekos, los multicolores de los tayikos o los de cuero y lana de los turkmenos. Uno de los mejores momentos para visitarlo debido a su clima extremo es el otoño, junto con la primavera.