El viaje más auténtico por Oriente Medio
Omán, donde el tiempo se detiene: fortalezas, zocos y tradiciones en el corazón de Arabia
En un rincón del Golfo de Arabia, entre el desierto y el océano Índico, se esconde un país que ha sabido mantener intacta su esencia. Omán es un destino que se descubre despacio, con los cinco sentidos, entre el aroma del incienso, los ecos de antiguos fuertes y la sonrisa de su gente. Un lugar donde la historia y la hospitalidad conviven con una modernidad discreta, que nunca olvida sus raíces.

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Muscat, la joya entre el mar y las montañas
La capital omaní, Muscat, sorprende por su equilibrio entre tradición y desarrollo. No hay rascacielos que rompan el horizonte, sino casas blancas con cúpulas y minaretes que se reflejan en el azul del mar Arábigo. Aquí, la modernidad no ha borrado la historia, sino que la realza.
El puerto de Muttrah, con su paseo marítimo, es uno de los lugares más pintorescos para empezar el viaje. A pocos pasos, el zoco de Muttrah invita a perderse entre túneles de madera donde se mezclan los aromas de especias, incienso y perfumes árabes. Cada rincón guarda un pedazo de la vida cotidiana omaní.

Y, por supuesto, la Gran Mezquita del Sultán Qaboos, una obra monumental y elegante que refleja la espiritualidad del país. Sus lámparas de cristal, sus alfombras tejidas a mano y sus detalles arquitectónicos hacen de ella una de las mezquitas más bellas del mundo islámico.

Fortalezas que cuentan historias
Omán está salpicado de fortalezas que recuerdan su pasado de comerciantes, navegantes y guerreros. En el interior del país, Nizwa fue durante siglos la capital espiritual y política del sultanato. Su impresionante fortaleza circular del siglo XVII domina la ciudad y ofrece vistas espectaculares del oasis y las montañas de fondo. Muy cerca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza como testimonio de la arquitectura omaní más antigua.

Cada fortaleza cuenta una historia distinta: la de un país que supo defender su territorio y abrirse al mar al mismo tiempo. No en vano, Omán fue un gran poder marítimo que llegó hasta África oriental e incluso la India.
Los zocos, la vida y los sentidos
El alma de Omán se descubre en sus zocos. En ellos, el regateo es un arte y las sonrisas, una constante. En Nizwa, el mercado cobra vida especialmente los viernes, cuando los pastores de las montañas bajan con su ganado para venderlo en un espectáculo que parece detenido en el tiempo.

Entre los puestos, el visitante puede encontrar plata trabajada, dagas tradicionales (khanjars), cerámica, textiles o la famosa halwa omaní, un dulce denso y aromático que se sirve siempre acompañado de café con cardamomo. Es un símbolo de hospitalidad, una palabra que en Omán adquiere todo su significado.
Gastronomía y hospitalidad omaní
La cocina omaní es un viaje de sabores que mezcla la tradición beduina con influencias indias y africanas. Platos como el shuwa, cordero marinado y cocido lentamente bajo tierra durante horas, o el majboos, un arroz especiado con pollo o pescado, son una auténtica experiencia sensorial.

Pero más allá de los sabores, lo que más sorprende es la amabilidad de los omaníes. Aquí, el viajero es recibido con un saludo, un café y una conversación amable. La hospitalidad no es una formalidad, sino una forma de vida.
Donde lo antiguo y lo moderno se encuentran
Pese a su fuerte arraigo en la tradición, Omán ha sabido modernizarse sin perder su identidad. Las carreteras que serpentean entre montañas y wadis conducen a pueblos antiguos que conviven con resorts de lujo y nuevas infraestructuras. Pero incluso en los hoteles más modernos, la decoración, la música y el trato reflejan la herencia cultural del país.

Esa armonía entre pasado y presente es quizá el mayor encanto de Omán: un destino que no busca deslumbrar con ostentación, sino seducir con autenticidad.
Un viaje al alma de Arabia
Omán es un país que se disfruta con calma, sin prisas. Su patrimonio, su gente y su manera de entender la vida hacen de él uno de los destinos más genuinos del mundo árabe. En plena temporada alta, de octubre a abril, el clima es perfecto para descubrirlo: días suaves, cielos despejados y la sensación constante de estar explorando un tesoro aún por descubrir.
Quien llega a Omán no solo encuentra paisajes y monumentos, sino una mirada al alma de Arabia, esa que resiste al paso del tiempo y que, una vez que se conoce, no se olvida.
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