SEGÚN UN NUEVO ESTUDIO
La "tripa cervecera" está relacionada con el daño cardíaco en los hombres
La obesidad abdominal tiene una consecuencia directa y poco estudiada: altera estructuralmente el corazón.

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Durante años, la obesidad se ha medido casi exclusivamente con un número: el índice de masa corporal (IMC). Pero ese cálculo (peso dividido por altura) dice poco sobre dónde se acumula la grasa. Y esa diferencia importa. Mucho.
No toda la grasa corporal se comporta igual. La obesidad abdominal refleja la acumulación de grasa visceral, un tejido metabólicamente muy activo que rodea órganos internos como el hígado o los intestinos. A diferencia de la grasa subcutánea, la visceral libera moléculas inflamatorias y hormonales que afectan directamente al sistema cardiovascular.
Ahora, un nuevo estudio presentado esta semana en el congreso anual de la Radiological Society of North America sugiere que la llamada tripa cervecera, técnicamente conocida como obesidad abdominal, no solo es más frecuente en hombres, sino que se asocia a cambios más dañinos en el corazón que el exceso de peso global.
"La obesidad abdominal se asocia a patrones de remodelado cardíaco más preocupantes que un IMC alto por sí solo", señala Jennifer Erley, líder del estudio. Y añade algo clave: este tipo de grasa parece impulsar una forma de cambio estructural del corazón que puede abrir la puerta a la insuficiencia cardíaca.
El estudio analizó imágenes de resonancia magnética cardiaca de más de 2.200 adultos de entre 46 y 78 años, todos participantes del proyecto poblacional Hamburg City Health Study y sin enfermedad cardiovascular conocida. Al comparar dos métricas (el IMC y la relación cintura-cadera) los resultados fueron claros: no explican lo mismo ni predicen los mismos riesgos.
Según el IMC, el 69% de los hombres y el 56% de las mujeres eran considerados obesos o con sobrepeso. Pero cuando se sumó la relación cintura-cadera, al análisis, el porcentaje masculino con obesidad abdominal ascendía al 91%, frente al 64% en mujeres.
La resonancia magnética permitió observar algo que otros métodos no detectan con facilidad: cómo cambia la arquitectura interna del corazón. En personas con obesidad general (IMC alto), los autores observaron corazones con cavidades más grandes. Pero en quienes acumulaban grasa en el abdomen ocurrió justo lo contrario.
"La obesidad abdominal parece conducir a una hipertrofia concéntrica", explica Erley. En términos sencillos: el músculo del corazón se engrosa, pero el tamaño interno de las cavidades no aumenta, de modo que el corazón puede llenarse con menos sangre y bombear menos volumen en cada latido. Con el tiempo, este patrón dificulta que el corazón se relaje adecuadamente y puede desembocar en insuficiencia cardíaca.
Estos cambios fueron más marcados en los hombres, especialmente en el ventrículo derecho, el encargado de bombear sangre a los pulmones. Los autores sugieren que la grasa abdominal podría alterar la mecánica respiratoria y aumentar la presión pulmonar, sometiendo a esa parte del corazón a un estrés temprano.
Una vulnerabilidad masculina poco estudiada
Quizás uno de los hallazgos más llamativos sea el carácter claramente dependiente del sexo. Incluso ajustando los resultados por otros factores de riesgo (hipertensión, diabetes, tabaquismo o colesterol), los hombres mostraban cambios estructurales y tisulares más evidentes, algunos detectables solo con técnicas avanzadas de imagen.
"Las diferencias específicas según el sexo sugieren que los pacientes varones podrían ser más vulnerables a los efectos estructurales de la obesidad en el corazón, un hallazgo poco reportado en estudios previos – afirma Erley -. En lugar de centrarse en reducir el peso total, los adultos de mediana edad deberían centrarse en prevenir la acumulación de grasa abdominal mediante ejercicio regular, una dieta equilibrada e intervención médica oportuna, si es necesario".
Las razones para esta diferencia de género no están del todo claras: podría tratarse de un inicio más temprano y severo de la obesidad abdominal o, como sugieren los autores, del efecto protector de los estrógenos en las mujeres, al menos antes de la menopausia.
La conclusión práctica es directa y, a la vez, incómoda: no basta con bajar de peso, hay que vigilar dónde se acumula. Con una simple cinta métrica, cualquiera puede calcular en casa su relación cintura-cadera. Un valor superior a 0,90 en hombres (y 0,85 en mujeres) indica obesidad abdominal y mayor riesgo cardiovascular.
Finalmente, el equiop de Erley lanza un mensaje a los clínicos: "Como radiólogos, solemos atribuir este patrón cardíaco a cardiomiopatías o hipertensión, pero rara vez lo vinculamos directamente a la obesidad. Detectarla a tiempo podría permitir intervenir antes, con ejercicio regular, dieta equilibrada y seguimiento médico, antes de que el corazón empiece a fallar en silencio".
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