Diez años después del asesinato de Isabel Carrasco, todavía hay elementos que no terminan de cuadrar. Uno de ellos es Raquel Gago, una policía local de León que, explica la periodista Susana Martín, "el día del asesinato había estado tomando café en casa de Montserrat y Triana".
Raquel Gago estuvo trabajando en el funeral de Carrasco cuando su amiga del alma ya estaba detenida, mientras que, en el río Bernesga, sus compañeros buscaban el arma del crimen. No lo encontrarán, porque estaba en el coche de la propia Raquel. Lo había dejado ahí Triana minutos después del asesinato.
La agente sostiene que fue mientras ella estaba hablando con un controlador de la hora y que no descubrió que le ha dejado un bolso con una pistola bajo el asiento del copiloto hasta el día siguiente, después del funeral. "Raquel Gago siguió con su día a día y a las 30 horas entregó ese arma", apunta Susana Martín.
Según el periodista Mateo Balín, un desliz de la asesina, Montserrat, y su hija Triana obligó a Raquel Gago a entregar el arma homicida: "Hay una llamada de la policía diciéndole 'sabemos que en el bolso de tu vehículo hay un arma y puede ser el arma del crimen". "Tenemos dos opciones: vamos y te detenemos o pactamos, entregas el arma y expones tu versiones", prosigue Balín.
Raquel siempre ha defendido su inocencia. La justicia tuvo que revisar varias veces el caso para determinar su nivel de participación y acabó triplicando su condena. "La sentencia dice que Raquel conocía todo el plan y que colaboró", comenta Susana, mientras que el periodista Javier Calvo opina que Raquel "tuvo un comportamiento policial altamente cuestionable, no está para que le metan 14 años de cárcel": "Pero si la sentencia es así, por algo es", concluye.