El 23 de febrero de 1981, un tricornio con bigote pone los pelos de punta a los españoles. Es el teniente coronel Antonio Tejero, que encabeza a un grupo de guardias civiles golpistas. Su obsesión al irrumpir en el hemiciclo, que todos los diputados se tiren al suelo.
El teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno, se levanta para encararse con Tejero. Suárez intenta impedírselo y le pide calma. Pero el militar no está dispuesto a tolerar una insubordinación. Se enfrenta al guardia civil, y le exige su arma. Suárez, se levanta para intentar ayudarle.
La respuesta de los golpistas es ésta: Gutiérrez Mellado es zarandeado. Tejero hace un primer disparo al aire, que acaba en tiroteo. Suárez se vuelve a sentar. Pero es el único, junto a Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, que no se esconde bajo su escaño. Permanece inmóvil, sereno, con mirada fija y gesto tranquilo. Una imagen que define la actitud del aún presidente en funciones.
Fracasado el golpe de Estado, Suárez abandona de la Unión de Centro Democrático, pero no la política. Junto a un grupo de antiguos dirigentes de UCD crea un partido nuevo: el Centro Democrático y Social. Nace muy pocas semanas antes de las elecciones de 1982, el año del primer triunfo de los socialistas.
Pero los años de liderazgo en la cumbre han pasado para Suárez. El CDS sólo consigue dos escaños y 600 mil votos. Cuatro años más tarde, con una estructura más asentada, roza los dos millones de votos y consigue 19 escaños. En los años siguientes obtiene resultados desiguales. En el 91 dimite y abandona la política.