Una taberna andaluza en Valencia. Si todo lo demás estuviera a la altura, el titular pasaría por ser simplemente anecdótico. Pero la taberna Lolailo es mucho más. Y también mucho menos. Alberto Chicote viaja al Mediterráneo para acudir a la llamada de Mara, dueña de un restaurante tan peculiar como ella que hace aguas por todos lados con motivo de las risas, el descontrol y el jolgorio que reina a todas horas en el negocio.

La falta de seriedad del equipo, la escasa profesionalidad y una comida de una ínfima calidad hacen del Lolailo un despropósito adornado con diversión y ganas de pasárselo bien. Sin embargo, tras tanta risa y descontrol, la realidad no es tan divertida. La taberna cae en picado y nadie tiene muy claro el por qué. Alberto Chicote trata de averiguarlo con su paso con Pesadilla en la cocina.

Al llegar, el chef, al que comparan con un Papá Noel, conoce a Mara y al resto del equipo además de conocer la historia que hay detrás de la taberna. Según cuenta su dueña, se creó porque a África, su hija le gustaban de pequeña los lunares. Un dato con el que queda anonadado Chicote.

No será lo único que le asombra al chef en la primera toma de contacto. A la hora de sentarse a comer, Chicote no da crédito con la carta y con la traducción que han hecho de sus platos. 'Raincoats', 'Gambón to' al ajillo' o 'Table cheese oil' son algunos de los términos con los que se lo pasa "pirata" el conductor del programa. "¡Esto es divertidísimo!", asegura.

Sin embargo, al llegar la comida, ya a Alberto Chicote no le hace tanta gracia. El chef prueba los jalapeños, el pulpo, los boquerones y los pimientos del Lolailo y comprueba que lo que dice África de que la comida "es una puta mierda" es verdad. Y es que en la taberna andaluza ni el pimiento "vale un pimiento".

Cuando llega la hora de probar la paella, el chef de Pesadilla prefiere hacerlo en la cocina, que más tarde descubre que no tiene fuegos, y así conocer al equipo, algo que intenta impedir la prima de Mara, María José sirviéndole una 'mamadita', el chupito estrella del local. Sin embargo, a Chicote no le convence y se convierte en blanco de las bromas de la dueña: : "¿No me digas que no te ha gustado 'la mamadita' de mi prima?". Al cocinero le sacan los colores.

Tras la primera toma de contacto, llega la hora de la verdad. Chicote es testigo del primer servicio que es caótico y donde África se viene abajo por el agobio que tiene en sala donde los clientes no dejan de quejarse. Además, tienen un incidente en la cocina: "un huevo asesino", le explota en la cara al chef , algo que no le hace "ni puta gracia".

No es lo único que sucede en este primer servicio. Unos clientes descubren una cucaracha muerta en la teja de patatas del Lolailo. La clienta se levanta y lo comunica en cocina. A Alberto Chicote se le ponen "los pelos de punta". Mara rompe a llorar y le pide disculpas a Chicote. "Más lo siento yo, créeme", responde el chef de Pesadilla en la cocina.

El conductor del programa incluye algunos cambios para ver si la taberna puede tirar para delante en el segundo servicio. Sin embargo, los clientes se empiezan a quejar de la lentitud del servicio y de las tomaduras de pelo porque sirven platos que no son lo que pone en carta. África reacciona en cocina mandándoles a tomar por culo y Mara, en sala, se pasa "tres pueblos" con los comensales por verse superada por el servicio.

La situación se les escapa de las manos y María José, la prima de Mara, intenta ponerle solución arreglando el servicio repartiendo chupitos gratis. "Teta, la gente de arriba está muy nerviosa y me voy a poner a servir 'mamaditas'", comenta. Pero lejos de contentar a los clientes, les enfurecen aún más.

Después de dos servicios caóticos, Pesadilla en la cocina reforma la taberna. Un cambio que muestra a Mara y al resto del equipo Alberto Chicote y que le da al local identidad y ese puntito de clase que le faltaba.

Con reforma, llega el servicio de reapertura. Un día importante para el Lolailo al que acude un comensal muy especial: el vidente Rappel. Sin embargo, el servicio empieza a descarrilarse y María José, la prima de la dueña, también. "Cuando he visto a Rappel lo único que quería era sorprenderle con una 'mamadita'", comenta.

La presión en el servicio hace que África se quede bloqueada y abandone llorando la cocina. "Me voy que ya no puedo más, me estoy agobiando", comenta. Tras hablar con su hija, Mara es la encargada de ponerse el delantal y sacar adelante todo el trabajo que acaba siendo todo un éxito.