En el buzón de ‘Más Vale Tarde’, han llegado decenas de fotos que documentan la temeridad pública de las farolas peligrosas, con el cableado al aire o la base defectuosa. Por ejemplo, en Torrejón de Ardoz, Madrid, los niños salían del colegio, y en la misma calle en la que hay una guardería, un instituto y un parque infantil, hay farolas con una instalación de cinco kilovatios al alcance de cualquiera.
En Valencia, además de farolas con las tripas al aire, también hay bases corroídas en las que se puede meter la mano. "Con un empujón podrían caerse al suelo", explica una vecina. En Roses, Girona, las farolas crecen hasta las plantas. Y si quedan dudas, un documento municipal que entrega la empresa concesionaria al Ayuntamiento, con el estado de las farolas de varias partidas municipales cercanas, agrava la situación. Las que están en buen estado, las verdes, son las que menos. La mayoría, “muy grave”.
La semana pasada, una niña murió electrocutada al tocar una farola en Santiago durante una verbena. Aún se investiga el caso. Otro joven murió electrocutado a finales de Agosto en Mallorca cuando orinaba sobre una farola.
Dos sucesos que, junto a tantas denuncias, cuestionan si los recortes han llegado también al mantenimiento de nuestro alumbrado público. Los fusibles y las tomas de tierra son los dos mecanismos que deben evitar una descarga eléctrica mortal, pero visto lo visto, los entendidos en la materia advierten.
"Yo recomiendo no tocar nucna las farolas", asegura Ángle Bonet, experto. Los mecanismos de seguridad pueden fallar, pero además hay otro factor que ha agravado la situación. El robo de cobre también ha llegado hasta las farolas. Sólo en Alicante, según denuncia el principal periódico de la ciudad, la sustracción de kilómetros de cobre ha inutilizado la toma de tierra en al menos 500 de farolas. Así que hay que vigilar más las farolas. Un trabajo puede ser especialmente costoso en ciudades en las que, pleno esplendor económico, se sembraron a miles.
Ahora muchas se apagan para ahorrar y otras porque se llevaron el cobre. Según la Ley, una empresa certificadora debe inspeccionar las farolas al menos una vez cada cinco años. A partir de ahí, sólo los pliegos del contrato que acuerde cada Ayuntamiento pueden aumentar las revisiones. Y cada vez son más los expertos que reclaman revisiones más periódicas y exhaustivas sobre unos elementos que están a la intemperie, que sufren golpes, y cada vez más, robos.
Cocina
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