El cónclave a prueba
Silencio bajo amenaza: las grietas del cónclave que ni la excomunión logra sellar
¿Cómo funciona? Bajo un protocolo estricto de votación secreta, el cónclave opera con reglas rigurosas, pero las tensiones internas y las filtraciones han dejado huella en su historia.

Desde 1274, cuando el papa Gregorio X impuso un protocolo estricto para evitar demoras escandalosas en la elección papal, el cónclave se celebra con una regla de oro: el secreto absoluto. Nadie entra, nadie sale. Y nadie habla… al menos, en teoría.
Pero en cada cónclave, surgen preguntas que ni los siglos han resuelto del todo: ¿Qué ocurre realmente dentro de ese encierro casi medieval? ¿Qué pasaría si un cardenal hablara durante la votación? ¿Y si alguien filtrara información al exterior?
La respuesta es clara: excomunión. Tanto romper el silencio durante la votación como revelar detalles del proceso supone una violación directa de las normas sagradas. Incluso el voto del infractor podría anularse. ¿Ha pasado? Se sospecha que sí. En el cónclave de 2005, que eligió a Benedicto XVI, se filtraron cifras y detalles que más tarde confirmó el propio papa Francisco en su libro 'El Sucesor'.
Aunque las campañas están prohibidas, los cardenales pueden comentar entre ellos sobre los posibles candidatos. Pero lanzar campañas a favor o en contra de un nombre es motivo de sanción. Lo que sí está permitido —por insólito que parezca— es elegir a alguien que no esté en el cónclave. Así ocurrió en el siglo XIII con Celestino V, un ermitaño que terminó aceptando el papado desde su cueva… para renunciar al poco tiempo.
Y si nadie logra mayoría, la historia ofrece una advertencia: el cónclave más largo duró casi tres años. Ocurrió en Viterbo, y el pueblo terminó quitando el techo del palacio para forzar una decisión bajo el frío y la lluvia. Así nació el papado de Gregorio X.
El ritual sigue en pie. El secreto se mantiene. Pero, como toda tradición que intenta resistir al tiempo, el cónclave también está lleno de grietas, rumores… e historia.