La Orden de Malta es una organización internacional católica centrada en la ayuda humanitaria. Tiene una particularidad: es un estado sin territorio. Tiene gobierno, leyes, su propio sistema postal e incluso un asiento permanente en la ONU como observador. También expide matriculas y pasaportes diplomáticos. Aunque su sede está en Roma, goza de extraterritorialidad; es decir, que no tiene soberanía sobre ningún estado, sino que dedica a hacer misiones humanitarias por todo el mundo.

La Orden nació en el siglo XI en Jerusalem. Empezó ayudando a los peregrinos y acabó dedicándose a las necesidades sanitarias de la ciudad. En el siglo XXI se les reconoció como orden religiosa; aunque tuvieron cuerpo militar, despareció quedándose solo con la parte humanitaria. En España, por ejemplo, tienen comedores sociales, roperos programas de inserción laboral, asesoría jurídica y residencia de mayores.

Está formada por 13.500 caballeros y damas, 120.000 voluntarios y 20.000 empleados. Se organiza por territorios y su autoridad suprema es el gran maestre, que tiene rango de jefe de Estado. Hay tres clases de miembros: los religiosos con votos de pobreza, castidad y obediencia, los que se comprometen a vivir con la promesa de obediencia y los miembros laicos. La pertenencia a la orden se hereda de padres a hijos. También se puede acceder a ella colaborando en sus programas, pero es imprescindible tener estudios de teología.

De tradición nobiliaria y caballeresca, la Orden mantiene relaciones diplomáticas con un centenar de países. Entre ellos, España. En marzo de 2022, a propuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores, Isabel Celaá, la exministra de Educación, fue nombrada como embajadora de España ante la orden, a la que pertenecen el rey emérito y Felipe VI.

En septiembre, la Orden de Malta fue intervenida por el Papa después de que le negase al Vaticano la posibilidad de investigarles tras el polémico cese de un gran canciller. El Papa aprobó una nueva Constitución de la Orden que, por primera vez, tiene como gran maestre, como su jefe de estado, a un hombre que no proviene de la nobleza: John Dunlap, un abogado canadiense.