España, años 50
"Invertidos", "amanerados", "pervertidos sexuales": así justificaba el franquismo el encierro de homosexuales en Tefía
Los detalles Entre 1954 y 1966, el régimen de Franco encerró a personas sin juicio, aplicando una ley que los consideraba "peligrosos sociales". Aislados en un paraje árido de Fuerteventura, sufrieron palizas, hambre y humillaciones. Ahora, el campo de Tefía, será un centro de memoria.

En mitad del desierto de Fuerteventura, entre piedras, viento y sol abrasador, hubo un lugar diseñado para borrar a las personas por ser quienes eran. No fue una cárcel. Fue algo peor. Lo llamaron 'Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía', pero lo que realmente fue un campo de concentración para homosexuales durante la dictadura franquista.
Aquí no llegaron criminales. Llegaron hombres cuyo único "delito" fue amar a otros hombres. Fueron encerrados sin juicio, bajo una ley que los etiquetaba como peligrosos para la moral pública. Les quitaron la libertad, la identidad y, muchas veces, la vida.
Entre 1954 y 1966, el régimen utilizó Tefía como parte de su maquinaria de represión y castigo. Todo bajo el paraguas de la 'Ley de Vagos y Maleantes', reformada en 1954 para incluir explícitamente a los homosexuales. Se les consideraba enfermos, desviados, "reeducables". La solución: el encierro, la humillación y el trabajo forzado.
Lo que ocurrió allí fue inhumano. Los internos eran obligados a picar piedra de sol a sol, levantar muros solo para destruirlos frente a sus ojos. Todo entre insultos, golpes, apenas sin comida ni agua. Dormían hacinados, sin higiene, vigilados y golpeados por los guardias.
Octavio García, uno de los pocos supervivientes que ha hablado públicamente, estuvo preso en Tefía entre 1954 y 1955: "Había hombres que entraban con 80 kilos y salían con 45. Las palizas que yo vi allí… era como estar en el infierno".
El castigo no se limitaba al cuerpo. Era también psicológico, institucional, médico. Los expedientes oficiales describían a los internos como "invertidos", "con psiquismo deformado", "manifestaciones de perversión sexual". Les fotografiaban desnudos, analizaban su manera de hablar, caminar o mirar. Todo se usaba como prueba para justificar el encierro. La homosexualidad no solo se perseguía: se diagnosticaba como una enfermedad y se castigaba como un crimen.
Tefía fue solo uno de los muchos espacios usados para esta represión, pero se ha convertido en uno de sus mayores símbolos. Durante la dictadura, alrededor de 5.000 personas fueron encarceladas en España por su orientación sexual. Una represión silenciosa, sistemática y completamente impune.
Durante décadas, lo que ocurrió allí fue silenciado. Apenas una placa recordaba a las víctimas. Pero ahora, más de medio siglo después, Tefía se convertirá en un centro de memoria. Un lugar para recordar, para aprender, para dignificar. Porque lo que se calla, se repite. Y esto no puede volver a pasar.
Este espacio será testimonio de una verdad incómoda: que en España, durante años, se castigó a personas solo por amar diferente. Y que en mitad de un desierto, en Fuerteventura, hubo un lugar donde se intentó borrarles. Pero hoy, su memoria sigue viva.