La icónica playa del Cable en Marbella, conocida por su extensa arena dorada, ha sufrido una transformación impactante: ahora es un mar sin arena. Este fenómeno no es exclusivo de Marbella; la famosa Barceloneta, en Barcelona, y El Saler, en Valencia, podrían seguir el mismo destino. España, hogar de algunas de las playas más hermosas del mundo, se enfrenta a una crisis poco usual: la escasez de arena.

Según la ONU, la arena es el segundo recurso natural más demandado del mundo, solo después del agua. Sin embargo, su disponibilidad no es infinita. La pérdida de arena en nuestras playas se debe, en gran parte, a la acción humana y al cambio climático. El aumento del nivel del mar y los temporales cada vez más intensos están erosionando nuestras costas, llevándose consigo toneladas de arena que difícilmente se regeneran por sí solas.

La NASA ha alertado sobre la situación crítica en playas como El Estartit, en la Costa Brava, y especialmente en Barcelona, donde se espera que los efectos del deshielo afecten drásticamente a toda la costa mediterránea. Los esfuerzos para regenerar las playas requieren una inversión anual de más de diez millones de euros, pero el Gobierno ya ha advertido que no hay suficiente arena para los 8.000 kilómetros de costa del país.

Una solución actual es la extracción de arena del fondo marino, una práctica costosa que también destruye la fauna y flora marina, ya que llevan barcos mar adentro y con una especie de aspirador succionan la arena que llega a la costa por un tubo.

Sin embargo, el Gobierno está buscando alternativas más sostenibles y asequibles, como la renaturalización de las costas. Si contamos con costa natural -sin paseo marítimo o chiringuitos- el agua de las olas se filtra y no se pierde arena; también, reponiendo playas con guijarros o con el uso de posidonia, una planta marina que actúa como barrera natural contra el oleaje.