Civiles masacrados, políticos ciegos
Negación selectiva y excusas políticas: cómo PP y Vox evitan llamar genocidio a lo que todos vemos en Gaza
La otra cara Decir "genocidio" no es apoyar a Hamás, ni es antisemitismo, ni racismo, ni polarizar la sociedad. Es simplemente tener ojos y humanidad, ver lo que ocurre y denunciarlo; algo que PP y Vox se niegan a hacer.

Mientras Gaza arde y las imágenes de muerte y destrucción se multiplican, en España algunos políticos siguen buscando tecnicismos, excusas y definiciones que nadie les pidió. Alfonso Serrano, secretario general del PP de Madrid, calificó a los manifestantes propalestinos en La Vuelta de "gentuza", y su compañera Ester Muñoz decidió que ni la ONU ni el presidente tienen derecho a decidir qué es o no un genocidio.
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, acusó a Pedro Sánchez de instrumentalizar la palabra genocidio como "ventana de oportunidad política". Desde Vox, Pepa Millán quiso poner orden semántico: "El genocidio se refiere al exterminio por raza, religión o nacionalidad… Gaza es una guerra por un territorio". Traducido al lenguaje de la realidad: civiles masacrados, familias destruidas, ciudades pulverizadas… eso no cuenta, porque técnicamente no encaja en sus definiciones.
Vamos a decirlo con claridad: esto no es una guerra. Una guerra tiene dos ejércitos, estrategias, frentes… Ucrania es una guerra. Lo que ocurre en Gaza es otra cosa: una masacre contra civiles, un genocidio, una sangría, un exterminio.
Decir "genocidio" no significa apoyar a Hamás, ni es antisemitismo, ni racismo, ni atacar a Israel por ser judíos. No significa ignorar el derecho internacional, ni ocultar la corrupción en España, ni hacerle el juego al Gobierno, ni ser sanchista, ni polarizar la sociedad, ni ser parte del wokismo mundial, ni pro-Soros, ni anti-Trump. Significa tener ojos y humanidad. Significa ver lo que pasa y denunciarlo, no quedarse callado.
No hace falta ser jurista para verlo: las imágenes, los relatos, las historias, los testimonios… todo apunta a una barbaridad, a un genocidio, y hay responsables que deben rendir cuentas. No hace falta esperar a que la ONU lo confirme (y ya lo hizo), ni que la Corte Penal Internacional lo reconozca (también lo hizo). Lo vemos. Lo leemos. Lo escuchamos. Lo denunciamos. Sabemos que es una masacre.
Y mientras tanto, ¿el resto? Excusas. Negación. Mirar hacia otro lado. ¿Las razones? De eso tendrán que dar explicaciones. Porque frente al horror, cerrar los ojos no es neutral: es cómplice.
Negar la realidad, relativizarla o discutir tecnicismos mientras la sangre corre es el verdadero desastre moral. Lo que está pasando en Gaza no es política, ni estrategia, ni semántica: es humanidad puesta a prueba. Y el examen está suspendido para quienes eligen el silencio y la excusa en lugar de la verdad.