Día clave

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los socios? El pleno en el que todos amenazan, pero nadie quiere romper del todo

Los detalles El Congreso se convierte en escenario de advertencias cruzadas, con Sumar y otros aliados marcando distancias ante un PSOE debilitado. Todos quieren visibilizar su enfado, pero ninguno asume aún el coste de romper la legislatura. El equilibrio es inestable, pero aún aguanta.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los socios? El pleno en el que todos amenazan, pero nadie quiere romper del todo

¿Cruzarán o se quedarán donde siempre? Esa es la gran pregunta que sobrevuela el Congreso este miércoles. En el pleno más delicado desde el 23J, los socios del Gobierno estarán divididos entre lanzarse al otro lado o seguir soportando —a regañadientes— una legislatura que hace tiempo que dejó de fluir con normalidad.

El escándalo por los contratos irregulares, las comisiones, las sospechas de corrupción y los silencios incómodos han dejado al PSOE en una posición muy frágil. Y esta vez, sus aliados ya no quieren seguir haciendo como que no pasa nada.

Sumar, el socio prioritario de Sánchez, ya ha encendido las señales de alarma. No se presentan como socio de Gobierno, sino como fuerza independiente que marca distancia. Y lo van a escenificar: será la propia Yolanda Díaz quien intervenga en el pleno, en lugar de su portavoz. No es un gesto menor.

En el fondo, Sumar quiere mandar dos mensajes: uno al PSOE, exigiendo que las medidas anticorrupción que prometen incluyan las suyas; y otro al electorado progresista, dejando claro que no son cómplices ni comparsas. Incluso han dejado caer la posibilidad de una cuestión de confianza, que hasta ahora parecía tabú. No quieren romper, pero sí dejar claro que pueden hacerlo si la legislatura no se resetea.

Coalición Canaria, por su parte, ya ha anunciado que pedirá directamente esa cuestión de confianza. Y el resto —ERC, Bildu, PNV, BNG— mantienen el clásico equilibrio: tensan, critican, amenazan, pero no dan el paso definitivo.

¿Por qué? Porque todos saben que al otro lado —del río— está el bloque PP-Vox, que es el único que realmente saldría beneficiado de un adelanto electoral. Ni elecciones, ni aventuras sin red. Pero también tienen que justificar ante su gente por qué siguen apoyando a Sánchez. Y por eso, será el día de marcar perfil y sembrar dudas sobre la estabilidad de la legislatura. Una especie de "te sostengo, pero no gratis".

Del lado del PSOE, el panorama es igual de complicado. Las aguas están agitadas. Sánchez llega a este pleno más solo que nunca y con frentes abiertos por todos lados: la oposición, sus socios, y hasta su propio partido. Desde Moncloa filtran que se anunciarán algunas medidas para calmar a los aliados. Pero no concretan cuáles. Todo suena a maniobra de contención.

La gran baza de Sánchez es que una moción de censura no suma. Y que si hay cuestión de confianza, la promueve él. Pero el verdadero riesgo no es aritmético, sino político: si sus socios pierden la fe en él, si el desgaste se convierte en desconfianza irreversible, la legislatura puede irse a pique antes de tiempo.

Y mientras tanto, un nombre sobrevuela todo: José Luis Ábalos. El exministro se ha convertido en el símbolo de las contradicciones del PSOE con la corrupción. ¿Irá al pleno? ¿Estará presente? ¿Será el elefante en la sala? Nadie lo confirma, pero su sola mención agita el ambiente.

Este miércoles el Congreso será un campo de tensión. Puede ser un simple día de desahogo, donde todos sueltan lo que llevan semanas acumulando. O puede marcar un antes y un después. Porque este río —llámese Congreso, o Misisipi, o como se quiera— está más turbulento que nunca. Y cruzarlo tiene consecuencias.