Desde Felipe González o Alfonso Guerra no queda nadie tan sanchista, andaluz y con tanto poder socialista en el actual Ejecutivo, como el que tiene María Jesús Montero, que a sus 58 años es vicepresidenta desde hace cuatro meses y ministra de Hacienda desde junio de 2018.

María Jesús Montero pasó de ser médica en el Virgen del Rocío a número dos de Sanidad en la Junta de Andalucía, sin ni siquiera cumplir los 20 años. De ahí pasó a titular del ramo, donde estuvo 8 años, y en 2013 a hacer cuentas a Hacienda. Salió indemne de los ERE, a pesar de haber resistido a los tres relevos socialistas: Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz. Su nombre ha sonado como cabeza de lista a las andaluzas, pero se ha quedado simplemente en eso.

En la Junta de Andalucía desarrolló su talante dialogante que aprovechó Pedro Sánchez tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Es ministra de Hacienda desde 2018, cartera de la que -a pesar de las crisis- nunca ha salido desde entonces. ¿Su secreto? Esa pericia innata para las negociaciones combinada con un discurso duro y facilidad de trato con los que ha conseguido sacar adelante tres presupuestos, como ella dice "en tiempo y forma".

María Jesús Montero también ha sido portavoz del Gobierno en uno de los momentos más complicados: la pandemia. Con algún que otro desliz se convirtió en la cara visible del Ejecutivo por su alto perfil político.

Fue relevada en 2021, el presidente del Gobierno la compensó reforzando su papel orgánico en el PSOE con el segundo cargo más importante en el partido: Vicepresidenta del Gobierno desde julio de 2022, con intervenciones duras y muy criticadas, sobre todo por el Partido Popular.

Siendo la mano derecha en Ferraz llegaría a número dos del Gobierno, pero no en 2020, cuando Calviño ocupó esa plaza, sino hace apenas 40 días después de ser nombrada Vicepresidenta cuarta del Gobierno. Este último movimiento la sitúa, dentro y fuera del partido, como potencial sucesora natural del presidente.