Ética en jaque

Bebés genéticamente modificados y chips cerebrales: por qué China dice 'sí' a lo que el mundo rechaza

La otra cara La combinación de reglas laxas y falta de supervisión convierte a China en un terreno donde los científicos pueden realizar ensayos humanos arriesgados, con control ético mínimo y escasas consecuencias legales.

Bebés genéticamente modificados y chips cerebrales: por qué China dice 'sí' a lo que el mundo rechaza

China se ha convertido en el lugar del mundo donde los científicos pueden probar casi cualquier cosa, tanto con animales como con humanos. La razón es sencilla: los controles éticos son débiles, los comités dependen directamente del gobierno y la regulación es muy flexible.

El Comité Nacional de Ética Médica existe oficialmente, pero depende del gobierno y sus miembros son aprobados por Xi Jinping. En la práctica, funciona más como un órgano de control que como un guardián de la ética científica. Los comités de ética de los hospitales y centros de investigación locales están igualmente ligados al poder, y no existe un organismo que supervise de manera efectiva el cumplimiento de las normas. De hecho, muchos hospitales ni siquiera cuentan con comités de revisión que garanticen que los ensayos clínicos se evalúen correctamente.

Esta falta de supervisión deja a los científicos un amplio margen de maniobra. Aunque la regulación existe, es poco restrictiva y su aplicación resulta confusa, lo que permite experimentos que en otros países serían impensables. Además, los investigadores están bastante protegidos, por lo que los riesgos legales o administrativos son bajos.

El primer gran escándalo ocurrió en 2018, cuando He Jiankui anunció el nacimiento de dos bebés modificados genéticamente. Usó la técnica CRISPR-Cas9 para alterar un gen clave, falsificó documentos para que su experimento pasara por revisión ética y manipuló a médicos para que implantaran embriones sin saber que habían sido editados genéticamente. Su condena a tres años de prisión no frenó la sensación de que China se había convertido en un terreno donde todo era posible.

En 2021, otro experimento animal provocó horror y debate: investigadores cosieron ratas hembra a machos para estudiar la reproducción. Desde entonces, los avances no han parado: en marzo de 2025 se implantó el primer chip cerebral en humanos y, hace apenas diez días, se realizó el primer trasplante de un pulmón de cerdo modificado genéticamente a un humano. Todo ello, con escasa claridad sobre si los pacientes dieron un consentimiento informado.

Entre chips cerebrales, bebés editados y órganos de cerdo, China se perfila como un laboratorio extremo donde los límites de la ciencia chocan con la ética… y muchas veces, se los saltan.