Jalis de la Serna se pone en contacto mediante una videollamada con Minna Knus-Galán, una periodista de investigación finlandesa que ha hecho el único estudio serio que existe acerca de la trazabilidad de la ropa de segunda mano. "Sabía que estábamos tirando una pasada de ropa", lamenta en su conversación telefónica.

"Somos de Finlandia, que es un país pequeño, y somos 5 millones de personas. Solo nosotros tiramos 800 piscinas olímpicas llenas de ropa todos los años", relata la investigadora mientras Jalis pasea por Kantomanto, el mercado de Acra (Ghana), y esquiva pantalones, camisas y camisetas a su paso.

Ni siquiera los expertos sabían cuál era el destino final de esa ropa que era desechada en Finlandia. "Me di cuenta muy rápido que el negocio es secreto. No nos concedieron entrevistas, no nos dieron permiso para grabar en las instalaciones donde llega toda esa ropa para luego ir seleccionándola", rememora.

La periodista achaca este hermetismo a los "problemas éticos y morales" de este indecente negocio. "Hay un montón de intermediarios que hacen dinero con esto que se supone que es caridad", denuncia en 'Enviado especial'.

Para saber hasta dónde llegaba la ropa, ella y su equipo pusieron rastreadores GPS en prendas en mal estado. Ella fue la encargada de repartirlas por diferentes contenedores en Finlandia, de organizaciones y tiendas de cadenas de moda que han empezado a recolectar ropa usada. "Seguí la trayectoria durante un año. Fue muy sorprendente porque, a pesar de que una organización dijo que no vendía nada en África, pudimos demostrar que eso no era verdad". Acabaron en Kenia, Nigeria y Pakistán.

"Estamos pasando nuestro problema de residuos a países cuyos sistemas de gestión de residuos son mucho peores que el nuestro", concluye Lisa.