Jalis de la Serna se adentra acompañado de Alba Amoo-Gottfried, una productora local, en el concurrido mercadillo de ropa usada más grande de África Occidental: Kantomanto. Vendedores, compradores y curiosos llenan cada rincón de este espacio al aire libre en el que el bullicio es el sonido reinante y desesperante que acompaña cada paso del periodista, que se pierde entre la gente de tanto en tanto.

El regateo es la norma en este lugar en el que cientos o miles de camiones depositan diariamente la ropa usada que llega desde Occidente, probablemente, también del contenedor más cercano a tu casa. En medio del incesante trasiego, las portadoras se abren camino entre la multitud, con 50 kilos de ropa colocados sobre sus cabezas; el último eslabón y el más débil de esta cadena. "Es el peso de la moda increíble a precios increíbles", relata De la Serna en off mientras podemos leer este eslogan en uno de los fardos que transportan estas mujeres.

"Estas montañas de ropa son impactantes", reconoce el periodista, un tanto abrumado. A los pies de una de ella se encuentra Lisa Lovatt-Smith, quien fue editora de una influyente revista de moda (Vogue) en Reino Unido, Francia y España. "Es el espejo de nuestras preocupaciones occidentales", describe ella. "Hay más ropa china, más imitaciones, y desde hace 20 años, más ropa barata, ropa basura".

"En Ghana, la ropa de segunda mano se llama 'obroni wawu', que quiere decir 'ropa de gente blanca muerta'. Antiguamente era la ropa que cuando la gente moría, vaciaban las casas, y daban esa ropa, pero no es eso ya. Muchas veces son gente como tú y como yo que piensan que van a hacer un bien dando una ropa de segunda mano", explica la exeditora.

"Sí, o sea, yo llevo ropa al contenedor y pienso que esa ropa va a ir a una parroquia cercana o que se va a distribuir así", comenta Jalis. Lisa le saca de su error. "Básicamente, si tú no lo regalarías a tu mejor amiga, no lo des a reciclar, porque terminará aquí".

La ingente cantidad de ropa que no se vende es el mayor problema de este gigantesco mercado al aire libre... aunque todavía no hayamos llegado ni a vislumbrar la catástrofe medioambiental que generan las prendas que ya no se usan.