El de 'invierno nuclear' es un término que acuñan los científicos Richard Turco o Carl Sagan en los años 80 en un informe en el que postulaban que una guerra nuclear levantaría a la atmósfera tal cantidad de polvo, de hollín, que opacaría la luz del sol un 1%.

Solo con eso, haría descender la temperatura media de la Tierra unos siete grados y eso, por ejemplo, conllevaría una merma brutal de las cosechas. Aunque hay quien piensa, como el hijo de Donald Trump, que podría ser bueno para el calentamiento global.

Lo cierto es que estudios y ensayos más recientes han analizado cómo serían los efectos de una guerra nuclear muy localizada, entre Pakistán y la India. En un caso como ese, la temperatura podría descender de 1,8 a 5ºC y caería mucho la precipitación. Ahí es donde surgiría el segundo problema: si caen las precipitaciones, la lluvia y la nieve, hablaríamos de 5.500 millones de muertes en todo el mundo.

Ante una situación así, con problemas en las cosechas, en la pesca y en la ganadería, por la falta de agua, todo el hemisferio norte estaría pasando hambre con una ingesta calórica por debajo de lo que se consideraría el umbral para poder mantenerse con vida.